Parashat Sheminí
Por Prof. José Alberto Fuentes
Vayikrá (Levítico): 9:1-11:47
Haftará: 2 Samuel 6:1-7:17
En parashat Sheminí encontramos el suceso trágico de la muerte de dos cohanim, Nadav y Avihú, hijos de Aharón según se documenta en Vayikrá (Levítico) 10:1-2:
Nadav y Avihú, hijos de Aharón, tomaron sus respectivos incensarios, y después de poner fuego en ellos y echar incienso sobre él, ofrecieron delante de HaShem fuego extraño, que Él no les había ordenado. Pero salió un fuego de delatante de Hashem y los consumió y ellos murieron delante Hashem.
Siendo uno de los casos más impactantes de la Torá, daremos un vistazo a las posibles causas de la muerte de estos dos jóvenes. Justamente, de este versículo los sabios de Israel presentan varias opiniones valiosas tanto racionales como místicas que a continuación presentaremos.
A simple vista, podemos llegar a la primera posibilidad que es la rebeldía; como lo analiza el Dr. Ketriel Blad:
Lo extraño de este fuego fue que HaShem no lo había ordenado. Rashí cita la opinión del Midrash que dice que esto significa que emitieron un dictamen halájico en presencia de su maestro Moshé. Estaba permitido a los sacerdotes encender fuego sobre el altar y por esto ellos sacaron una conclusión correcta. Su error consistía en que hicieron esto sin consultar con su autoridad espiritual. Este acto de rebeldía trajo graves consecuencias.
Existe la opinión que dice que ambos eran muy justos, por lo tanto, se vieron como los sucesores de Moshé y Aharón, es decir, tomaron aún en vida de sus mayores, un lugar que no les correspondía. Como cuando los jóvenes les dicen a los ancianos: “hazte a un lado anciano ya pasaste de moda”. Este sin duda es un acto de orgullo.
Podemos entender la gravedad de la rebeldía en palabras Shmuel Hanaví en un caso similar:
Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a HaShem tu Elohim en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace HaShem tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de HaShem? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Hashem, él también te ha desechado para que no seas rey (1 Samuel 15:21-23).
Por su parte el gran comentarista Rashbam sugiere con gran erudición lo siguiente:
En el versículo 24 del capítulo 9 de Levítico, leemos que había salido un fuego de ante HaShem y consumió los holocaustos; ese fuego había sido llamado por todos los intérpretes: “esh helioná” – un fuego Divino. Pero los hijos de Aharón -Navav y Avihú- antes de que ese fuego Divino se manifestara, ya habían tomado sus incensarios, poniendo sobre ellos un fuego común: “esh shel hediot”, cosa que Moshé no les había prescripto para este día de inauguración tan importante, porque tanto Moshé como toda la congregación anhelaban el descenso de “esh gavóa” -fuego Divino- manifestación que contribuirá a la santificación del Nombre de Dios entre la congregación. Pero apresuramiento de los hijos de Aharón denotaría una actitud menos sacra por parte de los “cohanim” -sacerdotes-, y ése habría sido el error de los hijos de Aharón.
Esto nos recuerda que en otro pasaje bíblico (1 Reyes 18:25) el profeta Eliahu, justamente había vencido a los profetas del Baal cuando les pidió no colocar fuego sobre los holocaustos, ya que un fuego Divino descendería y abrasaría todo.
También otra razón según Rabí Ishmael es que habían entrado al santuario embriagados con vino. Por esto se da la orden más adelante de que los cohanim no podrán beber vino cuando estaban en el servicio, cf. Levítico 10:9: “No beberéis vino embriagante, tú ni tus hijos contigo, cuando entréis en la tienda de reunión, para que no muráis.”
Aunque el ejemplo claro de las consecuencias del consumo de bebidas embriagantes en la Torá es el de Noaj, no es necesario explicar los catastróficos efectos del alcohol en nuestra generación. Sin duda esta es una razón de gran peso.
La halajá establece que un cohén no puede beber más que un reviít de vino antes de hacer su avodá, servicio. Si lo hace, el cielo se encargará de su muerte. Un reviít corresponde a unos 86 mililitros (3 onzas).
Otra opinión sugiere que querían entrar en el lugar santísimo, puesto que este hecho es destacado en Levítico 16 donde habla del momento cuando el gran sacerdote entra en el lugar santísimo, cf. 16:1-2.
Habló HaShem a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando se acercaron delante de HaShem, y murieron. Y HaShem dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio.
Sin dejar atrás la mística judía, el Zohar sugiere que como no estaban casados murieron; pues se comenta que alguien que no está casado es defectuoso y no puede traer la bendición al mundo.
Los cabalistas también explican que ellos quisieron bajar la plena revelación de la presencia Divina, y aunque esto es una intención correcta, como no estaban preparados lo suficiente, y no era tiempo propicio murieron. Se dice que a pesar de que sus cuerpos quedaron tendidos, sus almas fueron elevadas a un nivel superior.
Después de toda la rica exégesis que nos presentan los sabios de Israel, la posibilidad final que quiero presentar para que meditemos en ella es el siguiente:
Recordemos que Aharón había sido destinado para la destrucción por causa de su pecado del becerro de oro. Está escrito que HaShem quería “exterminarlo”, cf. Deuteronomio 9:20, lo cual implica que su descendencia sería eliminada también.
De tal manera, que la muerte de los hijos de Aharón es vista como un medio de expiación por el pecado del becerro de oro.
Las preguntas que surgen son: ¿Cómo es posible esto? ¿Acaso no debía de morir Aharón en lugar de sus hijos? ¿Puede alguien más morir para expiar los pecados de otro? La respuesta la encontramos en el Talmud en el tratado Berajot 5b:
Un taná enseño delante de Rabí Yojanán:
Todo aquel que se dedica al estudio de la Torá, a la realización de actos de benevolencia y entierra a sus hijos, se le perdonan todos sus pecados. Rabí Yojanán le dijo: Estoy de acuerdo con lo que dices respecto al estudio de la Torá y los actos de benevolencia, ya que está escrito: “Con bondad y verdad será expiada la iniquidad” (Proverbios 16:6). En este versículo bondad se refiere a actos de benevolencia, como se declara: “El que persiga la equidad y la bondad hallará la vida, equidad y honor” (Proverbios 21:21). Por su parte, en este versículo verdad se refiere al estudio de la Torá, como se declara: “Adquiere verdad y no la vendas” (Proverbios 23:23). Pero, ¿de dónde aprendemos que lo mismo aplica al que entierra a sus hijos?
En respuesta a su pregunta, un anciano sabio le enseño a Rabí Yojanán: Se aprende de la analogía entre dos términos “iniquidad” (“avón” en hebreo) que aparecen en dos contextos distintos. En un caso está escrito: Con bondad y verdad será expiada la iniquidad (Proverbios 16:6) Y en otro contexto está escrito: (Dios) paga la iniquidad de los padres sobre el seno de sus hijos después de ellos (Jeremías 32:18).
En otras palabras, Yirmeyahu 32:18 dice que Dios castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos, lo cual implica que los hijos podrían morir en vida de los padres. Por lo tanto, puesto que en Proverbios 16:6 el versículo dice que los actos de bondad expían la iniquidad, entonces lo mismo es cierto cuando los hijos mueren en vida de los padres como lo enuncio Yirmeyahu.
El mensaje es muy claro y cabe la posibilidad que Nadav y Avihú murieron para expiar la iniquidad de su padre Aharón.
Debemos reflexionar en todo lo que hemos expuesto, y llegar a la conclusión de hacer de nuestra vida la voluntad del Creador, para no acarrear decretos duros y trágicos. ¡Qué importante es obedecer las instrucciones de Elohim y sus emisarios en cada aspecto de nuestras vidas!
Seamos meticulosos y reflexionemos cuidadosamente todos nuestros pensamientos, palabras y acciones.
Quiera el Eterno insuflar en nosotros temor y santidad.
Shabat shalom