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54Parashot_B-03

PARASHÁ LEJ LEJÁ

Por Isaac Bonilla Castellanos
Bereshit (Génesis) 12:1-17:27
Haftará: Yeshayahu (Isaías) 40:27-41:16

Resumen de la parashá: Hashem había dicho a Abram que dejara su tierra, su parentela y la casa de su padre y que fuera a la tierra de Canaán. Abram finalmente sale de Harán, donde había llegado con su padre, su mujer y Lot para morar en la tierra de Canaán. Estando en Harán Hashem promete a Abram bendiciones increíbles como “serás bendición”, “engrandeceré tu nombre” y da una bendición acerca de una gran nación que procedería de él. A parte de la bendición de la nación que descendería de Abram (Israel) hay una bendición universal sin precedentes hasta ese momento: En Abram serían bendecidas todas las familias de la tierra.

Abram y su sobrino Lot se separan por problemas entre sus pastores. Lot escoge la llanura del Jordán y Abram permanece en Canaán. Sucede una guerra donde Lot es tomado cautivo y Abram oye de ello y va a rescatarlo, derrotando a Quedorlaomer y los reyes que con él estaban; Melquisedec sale a recibirlo con pan y vino y bendice a Abram y al Elohim Altísimo. Pasado eso, El Eterno hace un pacto con Abram el cual es un pacto incondicional que da a los descendientes de Abram la tierra de Canaán por pertenencia perpetua (Este pacto se conoce como el “Pacto entre las partes”). Abram tiene un hijo con Hagar esperando cumplir con la promesa de Hashem según sus pensamientos y producto de esa unión viene Ismael quien sería un hombre salvaje (En hebreo: Pere Adam). A sus 99 años Hashem le dice a Abraham cuál será la señal de pacto entre él y su descendencia física para ser el pueblo de Elohim: La circuncisión en la carne será la señal del pacto, requerido para ser considerado parte del pueblo de Elohim. Abram se circuncida y también lo hace a su hijo Yishmael. Abram recibe el nombre Abraham y su esposa Saraí recibe el nombre de Sará. Tanto el nacido del linaje de Abraham como el adoptado que se compra de un extranjero deben ser circuncidados. Hashem promete a Abraham un hijo por medio de Sara su mujer quien se llamará Yitsjak (Se reirá).

Abraham: El padre de la fe y el argumento teleológico.

“Pero El Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra”. (Génesis 6:9)

Judaísmo, Cristianismo e Islam. ¿Se podría haber imaginado Abrhaam hace casi 4000 años que las tres religiones monoteístas del mundo lo reclamarían como Padre de su fe? Difícilmente. Aquel humilde pastor debió de quedar atónito cuando escucho que su nombre sería engrandecido y que toda la humanidad sería bendecida “en él”.

Al estar en el siglo XXI podemos ver el literal cumplimiento de la bendición que dice: “Engrandeceré tu nombre”. El nombre de Abraham ha sido engrandecido por todos los confines de la tierra. Abraham ostenta sin competidores cercanos el título de “padre de la fe”. Abram es un sinónimo de obediencia, de fe, de esperanza, de temor al cielo y de muchos valores en todo el mundo.

Te has preguntado ¿Cómo llegó a la fe el llamado “Padre de la fe”? La Biblia no menciona explícitamente como el padre Abraham llegó a la fe en un único Elohim viviendo en una de las ciudades más politeístas e idolatras de su tiempo: Ur de los caldeos. La Escritura nos habla de una aparición que Hashem hizo a Abram estando en Ur pero no nos dice nada de cómo Abram había llegado al monoteísmo.

La tradición judía indica que Abraham llegó a la fe monoteísta a partir del razonamiento al observar el increíble orden de la naturaleza. Leemos un famoso Midrash por ejemplo:

“Cuando él vio al sol salir en el oriente, Abraham pensó: “Seguramente, este es un gran poder. Debe ser el Creador”. Ese día entero él le oró al sol. Al atardecer, sin embargo, el sol se puso y la luna salió. Abraham dijo: “Seguramente esta reina sobre el sol, porque ya no está brillando”. Así que le oró a la luna toda la noche. Pero la mañana siguiente, el vio al sol salir y la oscuridad pasar. El dijo: “seguramente todos estos tienen un Rey más excelso y Amo que los dirige en sus cursos”. Entonces Dios vio a Abraham buscando por él, así que apareció a Abraham y habló con él” (Zohar 1:86a).

En síntesis, Abram vio el orden de toda la naturaleza y vio que funcionaba con un propósito y mostraba un increíble diseño, por lo tanto concluyó que tenía que existir algo más allá de todas estas cosas que las diseñó y las dirigía: Esto es un único Elohim (Dios) verdadero. A este sencillo razonamiento se le conoce en filosofía como “Argumento teleológico” o “Argumento a partir del diseño (del griego “telos” que significa “propósito”)”.

El argumento teleológico es quizás el argumento más poderoso a favor de la existencia de Dios, expresado en forma de silogismo va de la siguiente manera:

  1. Todo diseño tiene un diseñador
  2. El universo tiene un diseño altamente complejo.
  3. Por lo tanto el universo tiene un diseñador, este es Dios.

Considera por un momento que vas por la calle y encuentras un papel con algo escrito: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. ¿Pensarías que ese mensaje se creó a sí mismo? ¿Quizás una explosión al azar creó todo el mensaje? ¿Reacciones químicas, viento, o la gravedad? Tonterías, sabes que todo mensaje implica inteligencia pues tiene un diseño y un propósito, si un mensaje tan fácil como una oración requiere de un diseñador, imagínate una enciclopedia o un edificio ¿sería concebible pensar que se crearon al azar o hablando en el lenguaje de los ateos “por selección natural” o “evolución”? Claro que no, lo más lógico es creer que alguien lo diseño.

No estás solo si piensas así, Isaac Newton pensaba lo mismo, ya que escribió:

“Este hermoso sistema del sol, planetas y cometas, sólo pudo proceder del consejo y dominio de un ser poderoso e inteligente”.

William Paley (1743-1805) popularizó el argumento teleológico cuando dijo la famosa ilustración sobre el reloj: él dice que así como un reloj implica un relojero, este universo que es increíblemente más complejo que un reloj implica también un diseñador. Tomas Aquino había utilizado el argumento teleológico en “Las cinco vías para conocer a Dios” en su “Summa Teologica”. El gran filósofo judío, Maimonides, también utilizó el argumento teleológico como una de las pruebas para un Creador.

En tiempos modernos el argumento teleológico ha recibido más sustento y fundamento y ha resurgido entre los defensores de la fe en un Ser supremo. Después de vencer las objeciones del famoso escéptico David Hume, los filósofos teístas, rabinos y teólogos modernos han usado el argumento como nunca antes.

Probablemente habrás oído el mito que la teoría de la evolución está probada más allá de toda duda y que todos los científicos creen en ella. Ese es el mito más infantil en círculos de ciencia por las siguientes razones:

  1. Isaac Newton, Albert Einstein, Pascal, Luis Pasteur, Faraday, Boyle, Johannes Kepler, Lord Kelvin, Carlos Linneo, Gregor Mendel y más científicos legendarios creyeron en el creacionismo, es decir la creencia en la existencia de Dios y no en la evolución ni ninguna teoría alternativa.
  2. Hay muchísimos científicos modernos que son creacionistas y creen en Dios rechazando la teoría de la evolución por sus múltiples falencias.
  3. La teoría de la evolución sigue siendo una teoría con más problemas que cuando surgió. El ADN y los descubrimientos genéticos hacen imposible la macro-evolución. Aquellos fósiles que Darwin pensaba que eran formas de transición no lo eran y la probabilidad de que todo haya surgido por azar, evolución o selección natural es increíblemente ínfima: ¡es de 1 entre 10138!

¿Qué tanto diseño tiene el universo? ¿Cómo sabemos que está tan milimétricamente diseñado? Lo sabemos por las “Constantes antrópicas”.

No te dejes intimidar con los términos científicos, constantes antrópicas son constantes en la naturaleza que son necesarias para que la vida se dé. Si una de esas constantes cambia mínimamente, la vida se acaba, así de sencillo. Veamos solo algunas de ellas:

  • El nivel de oxigeno en la atmosfera es del 21%, si fuera 25% llamas de fuego se generarían automáticamente; si fuera menor, por ejemplo del 15%, los seres humanos nos sofocaríamos.
  • El nivel de dióxido de carbono es exactamente el necesario en la atmosfera. Si fuera mayor nos quemaríamos todos; si fuera menor las plantas no realizarían la fotosíntesis.
  • La interacción de la luna y la tierra es perfecta. Si fuera mayor, las mareas serían demasiado fuertes; si fuera menor, las inestabilidades climáticas harían imposible la vida.
  • La fuerza gravitacional es exactamente la adecuada para la vida en este sistema solar. Si fuera 0.00000000000000000000000000000000000001 menor ¡El sol dejaría de existir!
  • Si la atmósfera fuera menos transparente, no tendríamos suficiente radiación solar para nuestro planeta. Si fuera más transparente habría demasiada radiación solar, misma que haría imposible la vida.

La precisión del universo es tan asombrosa que la probabilidad que 122 constantes antrópicas hubieran surgido por casualidad es de 1 entre 10138 según el astro físico Hugh Ross (Geisler y Turek, “I don´t have enough faith to be an atheist”, pág. 106).

Así que según el dato es virtualmente imposible que el universo haya surgido sin diseño inteligente. De hecho nosotros creemos que no es únicamente virtualmente imposible; sino realmente imposible. Sólo podemos adorar fervorosamente al Creador omnipotente y lleno de sabiduría que creó todo, al considerar el increíble diseño del universo.

Hace miles de años, el rey David expresó (Salmo 19:1) el argumento teleológico, antes que Paley, en los siguientes términos: “Hashamayim mesaperim kevod El uma’ase yadav maguid harakia” (Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento declara la obra de sus manos). 

Abraham quizás fue el primer hombre que consideró el diseño del universo y concluyó la idea más lógica: Debe haber un Creador de todo esto. Pablo quizás teniendo a Abraham en mente escribió:

“Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Romanos 1:19-20)

Cualquier persona puede saber sobre la unicidad, el poder y la existencia de Dios con sólo considerar el increíble universo que nos rodea. Si Abraham pudo, todos pueden. Es por ello que él merece el título de “El padre de la fe”

El pacto Abrahámico: Promesas y su importancia

En esta parashá Abraham recibe promesas increíbles, los rabinos contabilizan hasta 7 promesas en Génesis 12:2-3. Podemos destacar por motivos de estudios dos promesas: “Haré de ti una gran nación” y “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”.

Muchas veces, la gente malinterpreta las cartas de Pablo por el desconocimiento del pacto Abrahámico y del entendimiento de Pablo sobre él. Para entender mejor el contenido de las cartas de Pablo quisiera indicar cómo se relacionan los principales pactos que Hashem ha registrado en la Escritura:

  • Pacto con Noaj (incondicional): Hashem promete no destruir al mundo de nuevo por agua y da ciertas leyes a Noé y sus descendientes
  • Pacto con Abraham (incondicional): Hashem promete muchas cosas a Abraham, entre ellas podemos mencionar las más importantes: Abraham sería el padre de una gran nación (Génesis 12:2) y además de tener una gran nación con descendientes físicos, Abraham y su simiente serían bendición para todos los pueblos (goyim) de la tierra (Génesis 12:3, 22:18). Dentro de la promesa de la gran nación, Hashem da la señal del pacto de esa nación, la circuncisión, (Génesis 17:7-8), Hashem promete para la descendencia física de Abraham la tierra de Canaán como pertenencia perpetua (Génesis 12:7, 15:18, 17:8).
  • Pacto sinaítico o mosaico (condicional): Israel (La nación grande del pacto abrahámico) es llamado a ser una nación sacerdotal entre Hashem y los demás pueblos y el especial tesoro de Hashem (Éxodo 19:5-6). Si Israel guarda la Torá entonces disfrutará de un paraíso en la tierra, Hashem dará muchísimas bendiciones a la tierra y habrá mucha prosperidad, los enemigos de Israel serían sojuzgados e Israel gozaría de una permanencia continua en la tierra (Levítico 26:3-13, Deuteronomio 28:1-14). Sin embargo, si Israel no guardaba la Torá y se volvía a dioses ajenos, Hashem castigaría a la nación e incluso podrían experimentar un exilio y dispersión de la tierra (Levítico 26:31-35); en otras palabras perderían la permanencia en la tierra (Aunque no la pertenencia garantizada por la promesa incondicional del Pacto abrahámico).
  • Pacto davídico (incondicional): Hashem promete a David que siempre tendrá un descendiente que se siente en su trono para siempre (2 Samuel 7). El final Rey de Israel, esto es el Mashíaj, traería una era de paz y seguridad donde los esparcidos de Judá e Israel serían reunidos y él sería levantado por pendón a las naciones (Isaías 11:1-13).

Como podemos observar, ninguno de los pactos posteriores anula a los que vinieron antes, el nuevo pacto anunciado por Jeremías y Ezequiel no es la excepción. En ese pacto se menciona la Torá implantada en el corazón y a un hijo de David reinando y levitas ofreciendo ofrendas a Hashem (Jeremías 31:33, 33:20-26). Los pactos de Hashem no funcionan anulando a los que vinieron previamente sino edificando sobre ellos, Pablo dirá: “Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.” (Gálatas 3:16). El pacto abrahámico no anula el pacto con Noé, el pacto en Sinaí no anula el pacto abrahámico, el nuevo pacto no anula a ninguno de los previos, todos forman un edificio en lugar de derribarse.

Ahora que hemos visto la relación entre pactos estamos en capacidad de estudiar Gálatas 3 donde Pablo habla mucho sobre el  pacto abrahámico y el pacto en Sinaí.

Gálatas 3:1-18. La importancia del pacto abrahámico.

Aunque está más allá de los alcances de este comentario hacer una introducción exhaustiva a Gálatas podemos describir la situación de las comunidades de Galacia de esta manera: Ellos habitaban en la región de Galacia donde Pablo había predicado el mensaje de salvación y perdón de pecados por medio de Yeshúa El Mesías. Los gentiles de Antioquía de Pisidia, Iconio y otras ciudades de Galacia recibieron su mensaje de salvación gozosos en Hechos 13 y 14. Tiempo después, personas (muy probablemente creyentes prosélitos) decían a los discípulos no judíos: “Debéis de convertiros en judíos si queréis ser salvos” y “Pablo ni siquiera es un verdadero apóstol, mira a Pedro, Jacobo y Juan, ellos predican la circuncisión en Jerusalén”, “Debes de ser judío para estar bien con Dios”. Comentarios como estos generaron la justa indignación de Pablo por el peligro que representaban.

Pablo hace una sencilla pregunta a los creyentes de las comunidades de Galacia: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por el oír por fe?” (Gálatas 3:2).

En el contexto de la pregunta, “obras de la ley” no es honrar a padre y madre o algo por estilo, sino la circuncisión. En el judaísmo, la circuncisión no es simplemente uno de tantos mandamientos; es lo que marca la conversión a ser judío. Si alguien quiere convertirse en parte de la nación, debe ser circuncidado (Éxodo 12:48). En otras palabras, hablar de  circuncisión es hablar de convertirse legalmente en judío.

Parafraseando lo que Pablo estaba diciendo, quedaría de la siguiente manera: “¿Recibieron ustedes el Espíritu y el nuevo nacimiento por convertirse en judíos o por creer en Yeshúa?”. El mensaje era claro: La conversión al judaísmo o tomar la Torá y sus mandamientos como medio de salvación eterna no es correcto ni fue el objeto de la Torá.

¿De dónde Pablo puede saber esto? ¿Qué le hace afirmar que el creyente no judío no debe convertirse en judío, como afirmaban sus oponentes? ¿Por qué el judío debe ser judío y el gentil por regla general no debe circuncidarse convirtiéndose en judío? La respuesta está en un lugar: El pacto abrahámico.

Benditos e injertados

Pablo hace su punto a partir del pacto abrahámico para demostrar que los gentiles son pueblo de Elohim por medio de Mashíaj sin tener que ser judíos y miembros de la nación física de Israel. El dice:

“Y la escritura, previendo que Elohim había de justificar a los gentiles por la fe, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3:8).

Pablo observa en el pacto abrahámico algo sumamente importante: hay dos promesas en torno a la humanidad en dicho pacto: La primera es sobre una descendencia física que será una gran nación (Israel) y la segunda es una promesa universal: Todas las familias de la tierra serán benditas en Abraham (Génesis 12:3) y en su simiente (Génesis 22:18). El Eterno prometió ambas cosas a Abraham y el pacto con él es incondicional, no hay un “Si… entonces” en las promesas al padre de la fe.

Por lo tanto, ambas promesas deben cumplirse sin anularse mutuamente. Para que ambas se cumplan, deben haber siempre una nación grande descendiente de Abraham, y gentiles que no descienden de Abraham y no son parte de esa gran nación, pero que son bendecidos en Abraham y su simiente.

Es decir, la descendencia física de Abraham no anularía el hecho de que en la Simiente de Abraham, habría una bendición para todo el mundo. Nada que venga después puede anular esto sino debe edificar sobre este fundamento en lugar de echarlo abajo. Si un gentil debe ser judío necesariamente para estar bien con Dios, una de las promesas del pacto abrahámico carece de sentido. El pacto en Sinaí, con la nación de Israel, que tiene los objetivos anteriormente dichos, no anula el hecho que un gentil puede estar bien con Dios sin ser parte de la “gran nación” del pacto abrahámico.

La simiente de Abraham en el máximo de los sentidos es Mashíaj, por ello Pablo dirá aplicando un “drash” a la palabra “simiente”:

“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno. Y a tu simiente, la cual es Mashíaj” (Gálatas 3:16).

Del Mesías se dice que levantará “Pendón a las naciones”  y que sería buscado por los gentiles (Isaías 11:10). Los pueblos se congregarían a él (Génesis 49:10). En sus días, muchos pueblos se unirían al Eterno acompañando al pueblo judío (Zacarías 2:10-11), en él esperarían los gentiles (Isaías 42:1-4) y él sería luz de las naciones (Isaías 42:6). El Mesías es la simiente de Abraham en quien todos los no judíos serían bendecidos espiritualmente. ¡Que bendición mayor hay que la purificación, la salvación y el perdón de los pecados!

Esto no quiere decir que el pueblo judío quede desplazado, la descendencia física de Abraham sigue jugando un papel importantísimo, sigue siendo la nación primogénita del Eterno (Éxodo 4:22), sigue siendo la nación sacerdotal y por medio de quien el Eterno hace un propósito único.

Según la doctrina apostólica, para que el pacto abrahámico tenga cumplimiento, ninguna de las dos cosas tiene que anularse: El judío no debe perder su identidad judía pues una promesa (“Haré de ti una gran nación”) estaría en riesgo; de igual manera, los no judíos como norma general, deben seguir siendo no judíos para no anular la otra (“En tu simiente serán bendecidas todas las naciones”). Cuando un no judío se circuncida haciendo la conversión ¡deja de ser de las naciones y pasa a ser judío! Es este el riesgo que Pablo ve: La judaización del gentil que virtualmente llevaría a hacer del mundo un gran Israel, sin más naciones (Algo que obviamente no es la voluntad del Eterno según todos las profecías sobre la Era Mesiánica).

De esta manera dirá Pablo, la salvación no puede venir a los gentiles por convertirse en judíos y guardar la Torá. ¿Por qué? Porque ello estaría anulando la promesa hecha a las naciones en el pacto abrahámico. Por eso él dirá:

“Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.” (Gálatas 3:15).

“Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con el Mesías (En el pacto abrahámico), la ley (Torá) que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.” (Gálatas 3:17).

El punto de Pablo es fácil: Si la salvación viniera a los gentiles por convertirse en judíos, la promesa hecha a las naciones en el pacto abrahámico fue anulada quedando solamente “Haré de ti una gran nación”. Este no puede ser el caso, pues el pacto no puede ser anulado por algo que venga después.

Es por ello que Pablo, en Gálatas, hablaba duramente contra aquellos que enseñaban que la circuncisión (conversión a judío) es el camino a la salvación para sus destinatarios y los demás discípulos (Gálatas 5:3-4) y contra la idea de que cumplir los mandamientos es una forma de recibir justificación eterna. (Gálatas 3:10. Para más información sobre este verso ver

 http://www.mikdashmeat.com/archivos/continuidad%20de%20la%20torah/galatas3.html).

Los no judíos tienen una promesa grande en Abraham y en su simiente. En Mashíaj ellos reciben salvación al creer como Abraham creyó, sin ser circuncidado, siendo un prototipo del creyente gentil. El gentil no debe convertirse en judío para sentirse importante, para tener identidad, para poder sentirse aceptado por El Eterno. Él te acepta por lo que la simiente de Abraham, Yeshúa, hizo por ti. Debes estar muy agradecido, pues compartes de las bendiciones espirituales de Abraham por el Mashíaj.

Incluso una curiosa similitud lingüística da más poder a esto. La palabra hebrea (ve-nivrejú) que significa “y serán bendecidas” está relacionada al termino hebreo “mavrij” que significa “injertar”. Este juego de palabras, bien pudo dar paso a la analogía que Pablo hace sobre dos olivos en Romanos 11. Por lo menos, dio pie a una analogía similar en el Talmud, ahí leemos:

“Rabí Eleazar dijo: ¿Qué significa el verso, Y todas las familias de la tierra serán benditas a través de ti? El Santo Bendito sea, dijo a Abraham: ‘tengo dos vástagos para injertar en ti: Rut la moabita y Naamá la amonita’ ” (Talmud Yevamot 63a)

Pablo podría estar de acuerdo con Rabí Eliezer en su interpretación de lo que implica la bendición del pacto abrahámico en las personas de las naciones: ser injertado en Abraham. Es la mejor analogía para describir como las naciones (ramas) pueden participar de las bendiciones (savia) del olivo (Abraham). Todo eso es gracias a aquel que se entregó por Israel y por el mundo, aquel que es el vástago de David y la vara que salió del tronco de Isaí (Isaías 11:1).

¡Shabbat Shalom!

Yitzjak

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