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54Parashot_A-05

Parashat Jayei Sará

Por Prof. José Alberto Fuentes
Bereshit (Génesis) 23:1-25:18
Haftará: Melajim Alef (1 Reyes) 1:1-31

Recordemos un poco el comentario de parashat Lej lejá en el que dijimos que el texto en nivel sod nos habla del origen de las almas, el porqué de este mundo físico, y la tarea que deben realizar el alma y el cuerpo para poder alcanzar la unidad entre el cielo y la tierra.También hablamos brevemente de la recompensa por el trabajo realizado. Justamente en esta porción hablaremos más de la etapa de recompensa. De paso, con la ayuda de Dios, veremos cómo el Mashíaj sufriente que fue resucitado está escondido en los relatos bíblicos.

Nota: Antes de estudiar esta porción es necesario haber estudiado los comentarios de parashat Lej lejá.

Dijimos en parashat Lej lejá que Avraham (el alma) logra la unificación con Sará (cuerpo), santificándose, buscando espiritualidad y el apego con Dios, por lo tanto Avraham pide a Lot (mala inclinación) que se aleje, y en efecto lo hace. De tal manera que Avraham y Sará cumplen su misión en la vida.

Dice el primer versículo de la parashá:

Génesis 23:1 – Y vivió Sara ciento veintisiete años; estos fueron los años de la vida de Sara.

Este versículo nos habla del nivel que adquirió Sará (el cuerpo) durante su vida, ciento veintisiete años, nos da un total de 10 (1+2+7=10). El diez habla de totalidad, es decir que cumplió perfectamente su tarea. El diez también tiene que ver con las diez palabras dadas en Sinaí, esto quiere decir que el cuerpo logró integrar en su materialidad la Palabra de Dios, así como fueron escritas en tablas de piedra, este hecho es muy importante para recibir la recompensa de la resurrección como veremos. También el número diez nos habla de las diez sefirot (entiéndase canales de energía divina) que fueron bien trabajadas en este mundo por parte del cuerpo en conjunto con el alma.

La tarea del alma es lograr que su cuerpo se espiritualice, que se convierta en una Torá como está escrito: HaTorá Adam…  “La Torá Hombre” (Números 19:14). Y también está escrito: “Y la Palabra se hizo carne” (Juan 1:14).

También se enseña que la forma humana tiene 248 miembros, correspondiendo a los 248 mandamientos positivos de la Torá y 365 tejidos conectivos, venas, tendones, correspondientes a las 365 prohibiciones de la Torah. (Zohar I, 170 b)

Escribe Rabí Natan comparando al cuerpo con la Torá:

Para que un médico pueda curar deberá tener un conocimiento completo de la anatomía humana. Deberá conocer todas las partes del cuerpo, los miembros, arterias, venas, etc. Deberá saber cómo es que cada órgano se encuentra interconectado con los demás y cómo uno depende del otro. Deberá saber cómo cada órgano puede ser afectado por otros. Entonces, y solo entonces, podrá el medico comprender la naturaleza de la enfermedad que desea curar. De la misma manera, la Torá es un cuerpo de ley donde cada mitsvá individual representa un “órgano” de ese “cuerpo”. Para poder comprender el verdadero valor de la Torá la persona deberá conocer su “anatomía”, sus leyes e ideas, cómo es que cada mitsvá se encuentra interconectada con las otras como parte individual e integral de toda la Torá. (likutey Halajot, rosh jodesh 5:6)

También es importante decir que la razón por la cual la Torá prohíbe los tatuajes (Levítico 19:28), justamente es porque el cuerpo al ser una Torá, quedaría invalidado con un tatuaje, se convertiría en pasul así como un séfer Torá que es alterado con cualquier marca ajena al texto original queda invalidado.

De esto entendemos que el cuerpo es sumamente importante, siempre y cuando lo llevemos por el camino correcto y los percibamos como un rollo de la Torá. La Torá refleja al hombre; y el hombre puede reflejar la espiritualidad de la Torá y la santidad de Dios mismo.

Con el alma se puede ascender más allá del mundo material y entrar en el ámbito de lo espiritual. Con el cuerpo puede canalizar lo espiritual haciéndolo descender hacia lo material, creando la perfección de lo que se espera que sea la vida humana sobre la tierra, así como Sará.

De tal modo que el cuerpo se convierte en un servidor de Dios y reconoce que nada en este mundo material se compara a su presencia, como está escrito:

“Y todos mis huesos declararan, Señor, ¿Quién es como Tú?” (Salmo 35:10)

No sólo eso, el nivel que puede alcanzar un cuerpo que se santifica es tan elevado que Dios le dice al alma:

Génesis 21:12 – Mas Dios dijo a Abraham: No te angusties por el muchacho ni por tu sierva; presta atención a todo lo que Sara te diga, porque por Isaac será llamada tu descendencia. (Énfasis añadido)

Es decir, Dios le dice a la neshamá que preste atención a todo lo que le diga el cuerpo. Se supone que el alma es la que debe dirigir al cuerpo y no lo contrario, ¿por qué ahora es diferente? Por el grado de santidad y espiritualidad que el cuerpo ha adquirido.

Como dijo el salmista:

Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios. (Salmos 119:59)

Es decir que el cuerpo ha llegado a un punto en el cual de manera natural se dirige hacia el servicio divino.

Recordemos lo que se le dijo a la neshamá antes de bajar a este mundo:

Génesis 12:3 – Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré.

Dijimos que los sabios del sod lo entendieron como: bendeciré al cuerpo que te bendiga, es decir al cuerpo que adquirió santidad y se espiritualizó junto con el alma será bendecido con la resurrección de los muertos. Caso contrario será maldecido privándosele de la resurrección.

Mencionamos que la edad de la muerte de Sará se relaciona con las diez palabras en Sinaí que fueron grabadas en las tablas de la ley. Se dice que a pesar de que el pueblo pecó con el becerro de oro y fueron destruidas esas tablas, se mantuvieron guardadas porque tuvieron una conexión con la luz divina, además de que más adelante la Torá habla de la renovación del pacto en unas nuevas tablas, metafóricamente lo podemos entender como si las anteriores hubieran sido reconstruidas o “resucitadas”. Por lo tanto, aquel cuerpo que se convirtió en una Torá y se conectó con la luz divina es imposible que se quede tendido en la tumba para siempre, debe ser resucitado como un pago a su buen trabajo.

Entendamos esto como lo explica de manera magistral el Jajam Amram Anidjar shelita en su libro “Señal del Tefilín”, págs. 65-69:

En la vida diaria de cada yehudí existen ciertos elementos que reciben el título de “utensilios sagrados”, tales como la mezuzá, el lulav, el talit, el tefilín, la sucá, la matsá etc. Estos, a su vez, se dividen en dos grupos. Los “utensilios de mitsvá” y los “utensilios de kedushá (santidad)”.

Los elementos con los que cumplimos mitsvot (como el lulav, la sucá, las velas de Janucá, el tsitsit, etc.) son considerados “utensilios de mitsvá”, mientras que sólo tres elementos son utensilios de kedushá:  el séfer Torá, los tefilín y la mezuzá, pues además de cumplir con ellas respectivas mitsvot, llevan inscritas palabras sagradas.

En la práctica existe cierta diferencia en el nivel de santidad de cada una de estas dos categorías:

Los utensilios de mitsvá son importantes solo mientras sirvan para hacer con ellas las mitsvot para las que están destinadas. Por eso, en el momento en que dejan de proporcionar dicho fin pierden su importancia. Por ejemplo, la sucá es sagrada sólo durante la fiesta de sucot; el tsitsit es importante sólo mientras esté completo, la matsá tiene una bendición especial “(hamotsí léjem min haarets)” o “al ajilat matsá)” y lo mismo sucede con el lulav. Sin embargo, después de transcurrida la fecha para cumplir con ellos la mitsvá para la que servían, pierden su santidad e importancia, de manera que la halajá permite incluso desecharlos a la basura (aunque existe la costumbre de emplearlos en otros usos de mitsvá.

Por otro lado, con relación a los utensilios de kedushá, a pesar de que el sefer Torá, los tefilín o la mezuzá hayan quedado inservibles (por ejemplo, en caso de haberse borrado, cortado o humedecido), de todos modos, continúan manteniendo su santidad como por lo que será necesario depositarlos en una gueniza (un contendedor donde se depositan textos sagrados).

El Bet HaLevi comenta un agradable mensaje de todo lo anterior: “la persona puede alcanzar en su vida dos niveles de santidad”: ser utensilio de mitsvá, o procurar elevarse hasta ser utensilio de kedushá.

Tu cuerpo es un “utensilio de mitsvá” sólo mientras cumples las mitsvot: cada vez que colocas los tefilín sobre tu brazo y cabeza, al proporcionar tsedaká con tu mano derecha, cuando con tus ojos admiras las maravillas de HaShem como el arcoíris, el mar o los relámpagos y con tu boca dices sus respectivas bendiciones, si con tus pies corres para rezar o visitar un enfermo, cuando haces presencia ante un doliente… en todos estos casos tu cuerpo se convierte en un gran utensilio de mitsvá.

El mensaje: ¡no te atores ahí! ¡Elévate más! Escribe sobre tu mente y tu corazón la palabra divina de HaShem. Sé un sefer Torá ambulante. Estudia, enseña y practica la Torá. Esto te elevará para ser un “utensilio de kedushá”.

De este modo, continúa su comentario el Bet HaLevi, después de larga vida, aunque tu cuerpo ya no sea apto para hacer mitsvot seguirá manteniendo su nivel de santidad. Como consecuencia, merecerá ser llevado a la “guenizá” para que con la llegada del Mashíaj sea un cuerpo digno de ser resucitado, pues cada palabra de Torá que platicó y practicó en vida, lo habrán elevado para ser merecedor de ello.

Esto nos lleva a reflexionar en las palabras del Bet HaLevi que dice: cada yehudí debe preguntarse si su cuerpo es utensilio de mitsvá o utensilio de kedushá. De esto aprendemos que la santidad del cuerpo después de la muerte existirá únicamente si el cuerpo recibió kedushá y la Torá de Hashem fue grabada en sus corazones, gente que metió a Hakadosh, Baruj Hu en su cuerpo. Estos son los cuerpos que se levantarán en Tejiat HaMetim (resurrección de los muertos), no sólo los cuerpos que fueron un transporte para cumplir mitsvot mecánicamente (utensilio de mitsvá), sino los que bajaron la Luz divina y la interiorizaron en ellos. Dice el Bet HaLevi en ese momento te convertiste en utensilio de kedushá. Lograste que el cuerpo que tiene luz oculta y el alma que tiene luz de lo alto se junten y ahí cumples el propósito de la creación. Por eso dice la Torá: seréis santos como Yo soy santo.

Justamente los sabios dicen que Moshé es el paradigma de esta elevación. Él purificó su cuerpo físico al punto de que su corporeidad se transformó en espiritualidad. La Torá es testigo de esto cuando relata que Moshé ascendió a los cielos y allí estuvo durante 40 días y 40 noches sin comer ni beber. Otro verso afirma, “Esta es la bendición con la cual Moshé, el hombre de Dios, bendijo al pueblo de Israel” (Deuteronomio 33:1).  Moshé es llamado “Hombre de Dios” porque logró transformar su cuerpo físico en un templo divino para su espíritu.

Así está escrito: “Moshé descendió del monte Sinai con las dos tablas del testimonio en sus manos… No supo que la piel de su rostro se había vuelto luminosa pues (Dios) había hablado con él. Cuando Aharón y todos los hijos de Israel vieron que la piel del rostro de Moshé brillaba con la luz muy grande, tuvieron temor de acercarse a él. (Éxodo 34:29-30)

Amor entre cuerpo y alma…

Génesis 23:2 – Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham fue a hacer duelo por Sara y a llorar por ella.

Hebrón tiene que ver con jibur, unión, es decir que el alma y cuerpo lograron ese nivel, por lo que para la neshamá es difícil separarse de su cuerpo, por eso dice la Torá que Avraham hace duelo por Sará, en palabras del sod el alma hace duelo por el cuerpo, ésta lo acompañará hasta la sepultura, por eso en el judaísmo se entierra lo más pronto posible al cuerpo para que el alma puede ascender lo más pronto posible y también es la razón por la que hay varias leyes de duelo.

El viaje de retorno del alma…

Génesis 23:3-4 – Después Abraham se levantó de delante de la difunta, y habló a los hijos de Het, diciendo: Extranjero y peregrino soy entre vosotros; dadme en propiedad una sepultura entre vosotros, para que pueda sepultar a mi difunta de delante de mí.

Los hijos de Het son los entes espirituales encargados de los difuntos. El alma (Avraham) está con ellos ya que el alma tiene cierto parentesco con esos seres espirituales, por eso se usa la frase “guer toshav” traducida como “extranjero y peregrino”. Ésta pide le permitan la entrada al mundo de las almas.

Dice el Gaón de Vilna en su comentario al libro de Yoná que tres encargados se ocupan del alma. Uno de ellos se encarga de registrar los méritos y todas las transgresiones que efectuó; el segundo hace un análisis de sus actos cualitativamente según su facultad. Es decir, cuanto más le resultó realizar una buena acción acredita una mayor recompensa y cuanto más difícil le era evitar una mal acción, y no la evitó más grave será su castigo. El tercero es el mismo que lo acompañó en el vientre de su madre. Así como lo acompañó al llegar a este mundo también lo acompaña al salir.

Ver Ketuvot 104a en donde se enumeran y describen los diversos tipos de entes espirituales que acompañan y guían al alma en su nuevo ámbito.

Génesis 23:5-6 – Y los hijos de Het respondieron a Abraham, diciéndole: Óyenos, señor nuestro: eres un príncipe poderoso entre nosotros; sepulta a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros, pues ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que sepultes a tu difunta.

Los entes espirituales reconocen la grandeza de la neshamá que se elevó y cumplió su misión en la vida, por eso le dicen que en ese mundo espiritual es un príncipe poderoso.

Génesis 23:5-6 – Y habló con ellos, diciendo: Si es vuestra voluntad que yo sepulte a mi difunta de delante de mí, oídme e interceded por mí con Efrón, hijo de Zohar, para que me dé la cueva de Macpela que le pertenece, que está al extremo de su campo. Que en presencia de vosotros me la dé por un precio justo en posesión para una sepultura.

El nivel del alma es tan grande en este caso que pide hablar con el ángel jefe de ese “departamento” Efron ben Zohar, es el ángel de la muerte, ya que afrón tiene que ver con afar, título de la persona que entierra al muerto, y si permutas la palabra Zohar tienes la palabra retsaj, asesinato.

Por otro lado, el alma quiere comprarla con el dinero que adquirió a través de la Torá y mandamientos que observó, ella no quiere regalos, ya no quiere comer el pan de la vergüenza como mencionamos en parashat Lej leja, simplemente quiere lo justo.

Otra cosa muy interesante es que quiere que Efron ben Zohar deje de ser dueño del lugar, lo cual nos habla proféticamente del triunfo sobre la muerte (Apocalipsis 1:18). 

        Génesis 23:10-12 – Efrón estaba sentado entre los hijos de Het; y Efrón hitita respondió a Abraham a oídos de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de su ciudad, diciendo: No, señor mío, escúchame; te doy el campo y te doy la cueva que está en él. A la vista de los hijos de mi pueblo te lo doy; sepulta a tu difunta. Entonces Abraham se inclinó delante del pueblo de aquella tierra.

Se le da un lugar al cuerpo lo cual está insinuado en la frase “el campo”, y un lugar al alma lo que se insinúa en la palabra “la cueva”, de alguna manera el alma está viendo por su querido cuerpo para que sea resucitado en su debido tiempo.

Podrías preguntar, ¿por qué el alma no es juzgada o habla directamente con Dios? ¿Por qué a través de emisarios? Dice el Gaón de Vilna basado en el Zohar, que, aunque Dios puede juzgar solo, ya que la totalidad de la creación está revelada ante sus ojos, Él prefirió crear un tribunal para dejar claro a todos, la absoluta verdad y justicia de su veredicto.

Génesis 23 13-17 – Y habló a Efrón a oídos del pueblo de aquella tierra, diciendo: Te ruego que me oigas; te daré el precio del campo; acéptalo de mí, para que pueda sepultar allí a mi difunta. Efrón respondió a Abraham, diciéndole: Señor mío, óyeme: una tierra que vale cuatrocientos siclos de plata, ¿qué es eso entre tú y yo? Sepulta, pues, a tu difunta.

Y oyó Abraham a Efrón; y Abraham pesó a Efrón la plata que éste había mencionado a oídos de los hijos de Het: cuatrocientos siclos de plata, medida comercial.

Así el campo de Efrón que está en Macpela, frente a Mamre, el campo y la cueva que hay en él, y todos los árboles en el campo dentro de sus confines, fueron cedidos.

Puesto que la neshamá no ha aceptado regalos, el ente principal negocia con la neshamá el lugar que ésta quiere el cual vale cuatrocientos siclos de plata. La letra hebrea que tiene el valor numérico de cuatrocientos es la letra Tav, que es la última del alefbet, esto nos enseña que el trabajo de la neshamá consiste en llegar a la letra Tav. La neshamá comenzó por la Alef, por eso la Alef aparece en nombres y conceptos terrenales como: tierra (adamá, erets), hombre (adam, ish) mujer (ishá), padre (av) madre (ima) hermano (aj) etc. De ahí se eleva hasta la Tav que tiene que ver con palabras y conceptos como: Torá, tefilá, terumá, tefilin, teshuvá, Talmud etc. En otras palabras los cuatrocientos representan que la neshamá se conectó con todo estos conceptos de la Tav y estos eran su “capital” para gastar en el mundo de las almas.

Creo que esta es una de las razones por las que el Mesías se relaciona con el alef y la tav pues él cumplió la Torá de la alef a la tav, es decir de principio a fin. También Mashíaj se relacionó con el concepto emet (verdad) que se escribe con la letra alef y la letra tav y una mem en medio, símbolo del Mesías, la palabra emet alude a la Torá como dice el Salmo: Tu justicia es justicia eterna, y tu ley verdad (Salmo 119:142).

Génesis 23:19-20 – Después de esto, Abraham sepultó a Sara su mujer en la cueva del campo de Macpela frente a Mamre, esto es, Hebrón, en la tierra de Canaán. Y el campo y la cueva que hay en él fueron cedidos a Abraham en posesión para una sepultura, por los hijos de Het.

El alma está lista para regresar al lugar de origen, pero ahora gozando de la Presencia divina por méritos propios, es decir no porque fue creada para estar con Dios de manera obligada sino que ha luchado para apegarse a Dios por iniciativa propia como lo dijimos en parashat Lej lejá. Ha dejado también al cuerpo listo y esperando el reencuentro en la resurrección de los muertos para servir nuevamente a Dios juntos. Cabe mencionar que el interés por la cueva de majpelá es porque según los sabios allí se encuentra la entrada al mundo espiritual.

Los siguientes capítulos hablarán del regreso del alma (Yitsjak) y cómo ésta se une con el cuerpo de la resurrección (Rivká). No hablaremos del alma y el cuerpo de la resurrección como tal, aunque sí mencionaremos varias cosas pero enfocados en el  Mashíaj, por lo tanto es cuestión de relacionar los conceptos para continuar con la  línea de estudio antes presentada.

El Mesías escondido en la historia de Yitsjak

Dijo el Mashíaj a sus alumnos…

Lucas 24:44 – Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Mesías padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día…

Nos preguntamos, ¿en qué parte de los primeros cinco libros de la Biblia se habla literalmente de la resurrección? ¿En qué parte se habla de un Mesías sufriente? Etc.

Dijo David HaMelej:

Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. (Salmo 119:18)

Necesitamos adentrarnos en los textos, y pedir que HaShem abra nuestros ojos para ver las maravillas escondidas que en ellos hay, pedirle que se nos caigan las escamas con respecto al tema del Mesías, como al rabino Pablo (ver Hechos 9:18).

También citamos el Zohar HaKadosh qué dice:

“Dijo Rabí Shimón: ¡Ay de aquel individuo que dice que la Torá viene a contar cuentos simples y relatos trillados de Esaú, Laban, etc.!… sino que todas las palabras de la Torá tratan de cosas elevadas y secretos superiores”.

Mencionamos que en la historia del personaje Yitsjak se esconden secretos profundos de la resurrección como veremos. El mismo Mesías usó como argumento a favor de la resurrección a los patriarcas cuando respondió a los saduceos incrédulos de su época (Mateo 12:26-27).

Antes de comentar los versículos de esta parashá daremos un contexto de la vida del patriarca Yitsjak para ver como ésta se compara con la vida de Yeshúa el Mesías.

Comencemos…

El nacimiento de Yitsjak fue milagroso, obra de la Presencia divina, pues su madre Sará no podía tener hijos, de la misma manera la concepción de Yeshúa fue milagrosa, por intervención divina.

Hay dos cosas importantes a considerar cuando hablamos de un nacimiento milagroso:

– Uno, la manifestación de un milagro en el plano físico.

– Dos, aún más importante, que el alma que baja sea de niveles superiores a un alma común, en otras palabras, así como hay un embarazo físico milagroso también debe haber un “embarazo” espiritual en los mundos superiores pues como dijeron los sabios, como es abajo es arriba y como arriba abajo. De ahí que se enseñe que el Alma del Mesías venga del lugar más elevado. Por eso las palabras, “porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”. Y es por eso que a Avraham se le dice, “Por Isaac será llamada tu descendencia” Si sabes esto, lo detalles salen sobrando. Dijo un sabio, si profundizas muy bien la razón de este aspecto, la consecuencia no será para ti algo inesperado y desconocido. Si sabes lo que está sucediendo en la raíz espiritual del fenómeno, entonces sabes lo que va a pasar en las ramas de nuestro mundo.

Todo el capítulo 22 del libro de Génesis nos viene a hablar del sacrificio del Mesías. El famoso relato conocido en el judaísmo como “la atadura de Yitsjak”.

El judío diariamente cuando reza por las mañanas con el sidur (libro de oraciones), para acercarse a Dios limpio de pecados reza este capítulo y después dice:

Recuerda para nosotros la atadura a la que fue sometido nuestro padre Yitsjak hijo de nuestro padre Avraham de bendita memoria y contempla sus cenizas a fin de tener piedad de nosotros y abolir todos los decretos duros y nefastos que pesen sobre nosotros.

Es decir, de alguna manera el judío ve una muerte alegórica que sirve como expiación de sus pecados. También el segundo día de la festividad de Rosh Hashaná en las sinagogas se lee del sefer Torá este episodio como presentación de mérito y defensa, en el día del juicio ante Dios. (Rav Mordejai Babor)

Génesis 22:1:4 – Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Yitsjak, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Yitsjak su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos.

Ver el lugar de lejos implica que Avraham vio proféticamente con los ojos espirituales un futuro lejano, en donde uno de sus descendientes moriría en favor del pueblo de Israel. De hecho, el Zohar en parashat Vayerá dice que “lugar de lejos” significa un tiempo distante y no pronto.

La tierra de Moriá es Jerusalén. Onkelos traduce: “a la tierra del servicio divino”. Según Rashí aparentemente Onkelos interpreta de esta manera porque Moriá tiene que ver con mirra, que era una de las especies con que se preparaba el incienso en el Templo sagrado, el lugar donde los israelitas expiaban sus pecados.

Yeshúa es presentado como el hijo único de Dios (Juan 1:14; 3:16) al igual que Yitsjak lo fue para Avraham. Es obvio que es de manera profética y espiritual pues Avraham tuvo más de un hijo al igual que Dios tiene muchos hijos (proféticos). El hijo único es aquel que continúa y perpetúa el legado de su padre.

No sólo eso, sino que la palabra hebrea detrás de único (yajid) aparece 11 veces en el Tanaj en un contexto de sucesos trágicos y sufrimientos (Génesis 22:2, 12, 16; Jueces 11:34; Salmos 22:20; 25:16; 35:17; 68:6; Jeremías 6:26; Amos 8:10; Zacarías 12:10).

Con esto aprendemos que además de recibir el título de “unigénito” o mejor dicho “único” por perpetuar las palabras del padre, este término insinúa los padecimientos del Mashíaj. El claro ejemplo es Zacarías 12:10 que es visto por varios sabios como una alusión al Mesías (Sucá 52a Rashí, Radaq e IbnEzra).

Génesis 22:6 – Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Yitsjak su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.

De la misma manera Yeshúa llevó un madero sobre sus hombros, antes de morir.

Génesis 22:7 – Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?  Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.

La respuesta de Avraham confirma lo que mencionamos, él sabía que había un sustituto pues había visto el lugar de lejos, ese era el Mashíaj que había de padecer.

Según el Midrash, Yitsjak tenía 37 años y por voluntad propia estaba dispuesto a entregar su vida en sacrificio. De la misma manera Yeshúa pasaba los 30 años cuando estuvo dispuesto a obedecer a Dios entregando su vida en favor de Israel y el mundo entero. De hecho, dice el Midrash:

Yitsjak le dijo a Avraham:

No te sientas afligido, padre. Cumple el deseo del Creador conmigo. Que mi sangre sea una expiación del futuro pueblo judío. (Midrash Agadá 20:6)

En efecto, algunos rabinos han dicho que Yitsjak murió, fue tanta la impresión del cuchillo y la concentración que tuvo para obedecer el mandato divino de entregar su vida que terminó desprendiéndose de su cuerpo (Midrash Hagadol 22:12). Y la alusión de esto se encuentra en los siguientes versículos:

Génesis 22:19 – Y volvió Abraham a sus siervos, y se levantaron y se fueron juntos a Beersheba; y habitó Abraham en Beersheba.

La pregunta es: ¿Yitsjak dónde quedó, por qué no bajó con Avraham? Si Avraham había dicho a sus siervos que volverían a ellos, la sorpresa es que sólo Avraham regresó.

La Torá como hemos dicho nos viene a hablar más allá del mensaje directo y nos revela una muerte simbólica o literal, pero en fin muerte, la muerte del hijo único.

De hecho, se menciona que al regresar su alma que partió por unos segundos Yitsjak declaró: Bendito seas tú, Hashem, que resucitas a los muertos. Oración que es declarada en la Amidá tres veces al día por el pueblo judío.  

Ya vimos cómo al tercer día Avraham vio el lugar de lejos y también las tres veces que se menciona la bendición de Yitsjak en los rezos diarios. Entendiendo la insinuación del texto, Yitsjak “resucitó” el tercer día, lo cual alude al tercer día en que el Mashíaj fue resucitado de entre los muertos.

También es necesario señalar que, así como Yitsjak murió antes de ser degollado según el Midrash, Yeshúa de la misma manera entregó su espíritu antes de ser ejecutado (Juan 19:30). De hecho, se cuenta que los grandes cabalistas al meditar pueden llegar a un estado de tal conexión con la Divinidad que sus almas se separan de sus cuerpos al punto de abandonar este mundo por completo.

Un detalle más, está escrito en Éxodo 12:13:

Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.

Está escritura tiene que ver con Pésaj (pascua), y Pésaj tiene que ver con la muerte de Yeshúa el Mashíaj.  ¿Y qué tiene que ver esto con Yitsjak?

Dice el Midrash Mejiltá comentando Éxodo 12:13:

Esto significa: Cuando vea la sangre derramada de Yitsjak”

Otro dato interesante que une a Yistjak con el éxodo de Egipto es la parashat Vaerá (Éxodo 6:2 – 9:35), que relata el inicio de la redención a través de los juicios que envió Dios a Egipto. Ya que la palabra Vaerá tiene el mismo valor numérico que Yitsjak, 208.

Inmediatamente después del episodio de la atadura de Yitsjak y aparente deceso nos dice el relato de la Torá:

Génesis 23:2-3 – Y fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara.Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.

Los sabios explican que la muerte de Sará fue a consecuencia del fuerte impacto de la noticia de saber que su hijo había muerto. Esto resulta una prueba más de la aparente muerte de Yitsjak. De hecho, la frase: Y fue, en hebreo es vaihiú tiene el valor numérico de 37, que es la edad de Yitsjak al momento de la Akedá (Zohar I, 122b-123a).

Otra cosa interesante es que sólo Avraham hace duelo por Sará, y nos preguntamos, ¿qué hijo tan ingrato es Yitsjak como para no estar en el entierro de su madre?

Para nada, Yitsjak no fue un mal hijo, lo que la Torá nos habla es de una muerte, no la del personaje histórico Yitsjak sino la del Mashíaj. Es por eso que el capítulo 23 de Génesis está enfocado en un entierro, lo cual representa los días en los que el Mesías estuvo sepultado. Por eso es que no vemos a Yitsjak en la historia. De hecho, el nombre Yitsjak tiene el mismo valor numérico que la palabra jor, 208, que significa hoyo o agujero en alusión al lugar de sepultura. 

Génesis 23:8 – Y habló con ellos, diciendo: Si tenéis voluntad de que yo sepulte mi muerta de delante de mí, oídme, e interceded por mí con Efrón hijo de Tsojar.

Como vimos, el nombre de Efrón ben Tsojar tiene que ver con Afar que es el título que recibe la persona que sepulta al muerto, y si leemos tsojar al revés tenemos la palabra retsaj cuyo significado es asesinato. ¿Cómo puede hablarnos esto de un asesinato si Sará ya está muerta, además que la Torá no habla de ningún asesinato sino de una muerte natural? Todo ello viene a hablarnos de Yeshúa el Mashíaj, su muerte y sepultura.

Repito, podrías pensar qué hijo tan ingrato es Yitsjak que no acompañó a sepultar a su madre, recuerda no te fijes en los simples relatos, la Torá nos quiere mostrar verdades proféticas más allá del texto.

El capítulo 24 en parte nos habla del periodo de ocultamiento del Mesías, época en la que proféticamente estamos viviendo, pues Yitsjak sigue sin aparecer en el relato bíblico. El periodo cuando Avraham pide a su siervo traer a la esposa del hijo amado, simboliza el periodo en el cual el pueblo de Israel y los justos de las naciones están siendo buscados y escogidos. Podemos mirar en el ejemplo de Rivká, mujer bondadosa, para saber qué es lo que pide Dios de nosotros para unirnos con el Mesías resucitado.

Este capítulo también habla fuertemente de la resurrección del Mashíaj y una vez más sólo con los lentes del sod podemos verlo. Si leemos Rivká al revés tenemos la palabra HaKever que significa el sepulcro en hebreo, palabra que se usa precisamente en la sepultura de Sará (Génesis 23:4). Así la unión de Yitsjak y Rivká representa la unión del alma y el cuerpo en la resurrección de los muertos, iniciada por el Mashíaj Yeshúa.

Avraham le dice a Eliezer que vaya a la ciudad de Najor (Génesis 24:10), que tiene que ver con jor, hoyo, es decir ve a la ciudad de los hoyos, aludiendo al lugar donde está enterrado el cuerpo. También el encuentro que Eliezer tiene con Rivká se da fuera de la ciudad (id 24:11) lo cual alude a los cementerios que están fuera de la ciudad para evitar la impureza ritual. Cabe mencionar que Elizer desde la perspectiva del sod es el ángel que junta a la neshamá con el cuerpo de la resurrección.

También se mencionan los diez camellos y regalos que Eliezer lleva para Rivká, estos hablan del tiempo de recompensa del cuerpo resucitado, ya que camello en hebreo gamal, tiene que ver con gemul, recompensa.

De ahí el secreto del versículo en que Eleazar pone un arete en la nariz de Rivká (id. 24:47), pues la neshamá (alma) fue insuflada precisamente por la nariz del primer Adam (Génesis 2:7). Este episodio nos habla del segundo Adam, el Mashíaj resucitado.

Por eso el nombre de Yitsjak significa risa, ya que el Mesías se ríe de la muerte pues la ha vencido.

A manera de paréntesis, es importante mencionar que en la tradición judía cuando termina el shabat hay una cena especial llamada “seudat melavé malka”, también conocida como “seudat David HaMelej”. Los sabios cuentan que David quiso saber cuándo llegaría su fin. “Dame a conocer el resto de mis días” (Salmo 39:4), le pidió al Eterno volvió y pidió, hasta que el Santo Bendito respondió, que moriría en shabat. Desde ese momento y hasta su último día de vida, el rey David acostumbró realizar cada semana al finalizar el shabat, una comida de agradecimiento por esa semana más de vida. (Jabad Lubavitch Argentina)

Según mis estudios, el Mesías Yeshúa resucitó justamente terminando shabat, recordemos que los días en el mundo hebreo comienzan al ponerse el sol y no a las 12:00 am. Entonces, el primer día de la semana para el judío comienza el sábado recién oscurece. De la misma manera que David “resucitaba” al terminar el shabat, el Mashíaj fue levantado de entre los muertos.

Debido a esta tradición el judío observante acostumbra reírse al recitar la bendición por el vino en la ceremonia de Havdalá, ceremonia que hace distinción entre el shabat y los seis días de la semana, pues David se reía ya que había ganado una semana más de vida, “venciendo a la muerte”. De esta manera lo unimos con el nombre de Yitsjak que significa risa como lo mencionamos. Vemos también cómo los personajes bíblicos se unifican en la persona del Mesías.

En la haftará (lectura de los profetas) que corresponde a parashat Jayei Sará (1 Reyes 1:1-31), que ya hemos comentado a profundidad como habla de la sepultura de Sará entre otros temas que señalan fuertemente hacia la obra del Mesías, se menciona un capitulo muy interesante del rey David. Cuando de alguna manera él comienza a despedirse, nos dice la historia que el rey era viejo y avanzado en días. El extracto bíblico que se lee termina con las palabras de su esposa Bat Shebá:

                “Viva mi señor el rey David por siempre” 

¿Cuál es la finalidad de proclamar esto cuando está claro que después de todo David está al final del camino? La respuesta es que David va tras Sará, y al morir se acerca a ese nivel de la vida que continúa también después de la muerte. Por eso “David el rey de Israel está vivo y existente”, David melej Israel jai vekaiam. Y verdaderamente no es una alegoría ni un sueño. También así está dicho en el Talmud de Jerusalem que si el Mashíaj está con nosotros de entre los vivos su nombre es David, y también si es de los muertos su nombre es David, es decir que el Mashíaj es el propio David, dando a entender que en él no está claro el límite entre la vida y la muerte. Y he aquí una alusión muy bella: 

יחי אדני המלך דוד לעלם” , Yejí Adoní hamelej David leolam

“Viva mi señor el rey David por siempre”

Tiene la misma guematria de David דוד más Mashíaj  משיח(369). Entonces “Viva mi señor el rey por siempre”, suma Mashíaj. Sobra toda explicación. (Rav Yitsjak Ginsburg, parashat jayei Sará).

También el nombre de Yitsjak se puede leer kets jai que significa al final vida, aludiendo a la resurrección.

Está escrito en el yigdal inspirado en los trece principios de fe del Rambam:

“yishlaj lekets hayamim meshijeinu lifdot mejakei kets yeshuato”

“Él enviará al final de los días a nuestro Mashíaj para redimir a aquellos que esperan el fin de su salvación”

Después de esta declaración dice el siguiente principio:

“Metim yejayyé El berov jasdó, baruj ‘adé ‘ad Shem tehilató”

“A los muertos resucitará el Todopoderoso con Su abundante bondad. Bendito sea por siempre Su nombre alabado”

Vemos en estos dos principios escondido a Yitsjak (kets jai) que en realidad anuncia al Mashíaj.

Además, la palabra kets en kabalá implica el fin de la oscuridad (tumba) y el tiempo de la redención (resurrección). (Ver sanedrín 97b donde la palabra kets se usa en relación a la gueulá, redención).

Ahora podemos entender las palabras de la Torá cuando Yitsjak reaparece:

Génesis 24:62 – Y venía Isaac del pozo del Viviente que me ve.

Nuestro maestro dijo a sus discípulos:

Lucas 24:5 – ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

Sus palabras hoy día también aplican a nosotros, ¡Yeshúa vive no lo olvides!

En resumen, el capítulo 22 del séfer Bereshit nos habla en un nivel más profundo de la muerte del Mesías a favor de Israel y las naciones, el capítulo 23 nos habla de su sepultura, y el capítulo 24 nos habla por una parte del periodo de ocultamiento del Mesías y sobre todo su resurrección.  

Ahora podemos decir como dijeron los antiguos.

Juan 1:45 – Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Yeshúa, el hijo de Yoséf, de Natsaret.

Shabat shalom

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