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54Parashot_A-07

Parashat Vayetsé

Por Prof. José Alberto Fuentes
Bereshit (Génesis) 28:10-32:2
Haftará: Hoshea (Oseas) 12:13-14:10

En esta parashá hay un episodio enigmático, el sueño y la famosa escalera de Yaacov.

Dice la Torá:

Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, HaShem estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy HaShem, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. (Génesis 28:11-13)

¿Por qué dormimos?

Hay que hablar un poco acerca de los sueños. ¿Qué son estos? ¿Por qué Dios nos creó con la necesidad de dormir? En primer lugar, hay que decir que el hecho de tener la necesidad de dormir va más allá de una cuestión física. Pensemos que hay gente que todo el día se la pasa descansando sin dormir, pero aun así en determinado tiempo del día, tiene que desconectarse de esta realidad y dormir. De tal manera que la necesidad de dormir va más allá de lo natural, tiene un propósito espiritual.

La primera vez que aparece en la Torá que el ser humano duerme es con un fin Divino y no por una necesidad física como tal, como está escrito:

Entonces HaShem Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que HaShem Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. (Génesis 2:21-2)

Tenemos otro caso en donde HaShem le revela el porvenir a Avraham cuando éste duerme (Ibíd. 15:12-18). Y así podemos pasar por muchos episodios en donde la Torá resalta abiertamente que a través de los sueños se revelan mensajes divinos. De tal manera que la necesidad de dormir más que otra cosa es para poder conectar con el mundo espiritual, como es evidente en esta porción.

Sin embargo, hay que decir también que en la persona promedio, según los sabios, sólo un 4% del tiempo de sueño contiene un mensaje divino. Por supuesto que hay sus excepciones como los casos bíblicos en que conectan notablemente con lo celestial. Por lo tanto, cuando dormimos hay sueños “basura” que no les debemos prestar mucha atención, “que no deben quitarnos el sueño”, estos sueños sin importancia son a causa de lo que vimos durante el día, lo que comimos e incluso lo que deseamos en el subconsciente. 

Dice la Torá con respecto a los sueños:

Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de HaShem, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. (Números 12:6)

Confirmamos entonces que los sueños en la Torá tienen un enfoque profético y espiritual, así que ahora prestemos más atención a esto, preparando nuestro espíritu antes de dormir para poder recibir instrucciones por parte del cielo.

Podríamos decir muchas cosas sobre este tema tan interesante, los sabios han escrito mucho sobre él. Por ejemplo, tenemos el tratado de Berajot, que toma varias hojas para hablar acerca de los sueños y sus significados, de tal manera que en el judaísmo podemos encontrar, por así decirlo, un diccionario de los sueños. Por ejemplo, los sabios dicen, si sueñas que te muerde una serpiente, esto significa que tendrás parnasá tová – buen sustento (personalmente puedo testificar que las palabras de los sabios son verdad), o el que sueña con un asno significa que verá la redención; y explican por qué llegaron a esa conclusión basados en el Tanaj. También se enseña que todos los sueños son buenos, aun los que nos quitan el sueño. Por así decirlo, Dios nos “castiga” a través del sueño y no en la vida real, ya que estas pesadillas nos animan a hacer tshuvá. Y así muchas cosas más podemos encontrar en los libros de los sabios.

En el caso que nos ocupa, “la escalera de Yaacov”, hay mucha tela que cortar. No obstante, nos enfocaremos en un punto que considero muy importante dentro de las explicaciones que existen sobre este texto.

Yaacov recibe una revelación de lo que tiene que hacer durante su peregrinaje en la vida, unir la tierra con el cielo y el cielo con la tierra. Justamente vemos en el sueño de Yaacov cómo los cielos se unen con la tierra y viceversa, leamos nuevamente la descripción:

Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, HaShem estaba en lo alto de ella.

El mundo que tenemos ante nuestros ojos es dual, así fue creado, tenemos el relato de Bereshit que nos muestra esta realidad.

Primeramente, los sabios enseñaron que la primera letra de la Torá, la bet, tiene el valor de dos, lo cual indica que el mundo fue creado en base al dualismo.

En segundo lugar, analicemos el nombre del padre de la humanidad, Adán, en hebreo Adam. La palabra Adam literalmente es hombre, y viene de adamá, traducido como “tierra”, si recordamos que Adam fue formado del polvo de la tierra, vemos cómo el nombre tiene una raíz y define su personalidad. Los rabinos enseñaron que esto alude a la parte terrenal del hombre, es decir el cuerpo. Pero adamá también tiene que ver con la parte celestial del hombre, el alma, pues está escrito Edamé leElión que se tradujo como “semejante al Altísimo”. (Isaías14:4)

Así pues, el nombre de Adam, el padre de la humanidad, revela que todos los seres humanos están compuestos de una parte terrenal (entiéndase cuerpo) y una parte semejante al altísimo (entiéndase alma), como el mismo versículo lo aclara:

Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2:7)

El rabino Amram Anidjar shelita, en nombre de los sabios, explica que si vamos leyendo el relato de la creación vemos cómo el primer día Dios crea los cielos y la tierra (Ibíd. 1:1), el segundo día Dios crea cosas de los cielos (ibíd. 1:8), el tercer día Dios crea cosas de la tierra (Ibíd.1:10-12), el cuarto día trabaja con los cielos (ibíd. 1:14-17), el quinto día trabaja con la tierra (Ibíd. 1:20-21), finalmente llega el día sexto y dice Dios:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Ibíd. 1:26-27, énfasis añadido)

Como vemos hasta el quinto día el “marcador” era un empate, entre cielos y tierra. Así que cuando Dios dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen”, lejos de toda especulación teológica errada en el plural “hagamos”, esta palabra es metafóricamente un diálogo entre Dios con los cielos y la tierra, es decir el controversial “hagamos” implica que el hombre es una síntesis de ambos conceptos, terrenal y celestial, alma y cuerpo. Enseñándonos que el hombre, Adam, es el único ser creado con la capacidad de unificar los cielos y la tierra, por eso dijo Yeshúa: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. (Mateo 6:10)

Este mensaje es retomado y se le revela en el sueño al patriarca Yaacov.

La escalera une al cielo y la tierra, pero el hombre debe subir y retornar, es un camino de ida y vuelta como está escrito sobre Moshé Rabenú que subió al monte y después bajo, recibió la ley de Dios en los cielos y la bajó a la tierra. Cabe mencionar que para algunos el sueño de la escalera de Yaacov es una representación del Sinai.

Desde esta perspectiva, los ángeles que veía que subían y bajaban, le mostraban a Yaacov lo que tenía que hacer. Cuando uno sube es para llenarse de luz Divina, pero es necesario bajar esa luz a este mundo, como dice el versículo: “Será llena la tierra del conocimiento de HaShem, como las aguas cubren el mar”. (Isaías 11:9)

La pregunta del millón de dólares es: ¿Y cómo asciendo para llenarme de luz divina?

Lo primero que nos enseña esta porción es “salir” como el nombre de la parashá lo indica, vayetsé (y salió), el mensaje es que hay que salir de nosotros mismos, como dijo Mashíaj:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su bordón, y sígame… (Mateo 16:24)

Nuestro santo maestro Yeshúa HaMashíaj se identificó con la escalera que vio Yaacov (Juan 1:51), en este sentido para subir por la escalera (seguir al Mashíaj) necesitamos, como dijo el maestro, negarnos a nosotros mismos, o salir de nosotros mismos. Es decir, abandona el ego, sal de tu zona de confort, elévate por encima de tu naturaleza, para que entonces comiences tu ascenso espiritual. Yaacov tuvo que “salir” para elevarse y convertirse en Israel, se dice de Israel que fue llamado de las tinieblas a luz admirable. (1 Pedro 2:9)

También podemos ver la humildad de Yaacov, que es un síntoma del alejamiento del ego, en la frase:

Hashem está en este lugar y yo no lo sabía. (Génesis 28:16)

Explica Rabí Moty Segal en su “Sefer HaJalomot”, que los niveles más elevados, sólo pueden ser alcanzados por medio de un genuino estado de humildad, representado en la frase “yo no lo sabía”. La sumisión de reconocer que uno no lo sabe, la modestia de admitir que uno no es la suma del conocimiento y menos de la perfección, es la llave para acceder a las alturas.

Estás palabras me recuerdan a lo que dijo Mashíaj al joven rico, cuando se despojó de toda gloria:

Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios… (Mateo 16:17)

Ahora podemos entender también una de las razones del porqué Yaacov promete el diezmo inmediatamente después del sueño. (Génesis 28:22) Sabía que debía despojarse del materialismo, que es un aspecto en la vida que no permite que nos elevemos, cuando vemos a este como un fin y no como un medio, con el acto del diezmo se eleva y de paso eleva la materia.

Los números hablan

Uno de mis estudiantes me compartió hace unos años la siguiente información que me parece relevante transmitirla con ustedes, para tener más herramientas con miras a alcanzar el ascenso espiritual, estas herramientas también aluden al proceso de negarse a sí mismo.

Sulam, escalera, en letras hebreas se puede escribir de la siguiente manera:

Calculamos ahora el valor numérico de “sulam

Los números hablan

Uno de mis estudiantes me compartió hace unos años la siguiente información que me parece relevante transmitirla con ustedes, para tener más herramientas con miras a alcanzar el ascenso espiritual, estas herramientas también aluden al proceso de negarse a sí mismo.

Sulam, escalera, en letras hebreas se puede escribir de la siguiente manera:

Calculamos ahora el valor numérico de “sulam

Los elementos para subir la escalera son:

 “Tsom”, ayuno, “kol”, voz, y “mamón”, dinero. Ahora calculemos sus valores:


tsom – ayuno

kol – voz

mamón – dinero

Hemos visto que tanto “tsom”, ayuno, como “kol”, voz, y “mamón”, dinero, tienen el mismo valor numérico que “sulam”, escalera.

Es evidente que estas tres herramientas nos ayudan a elevarnos; con el ayuno dejamos todo placer físico atrás, nos despojamos de la parte terrenal para conectarnos con el mundo espiritual, así como lo hizo Moshé Rabenú cuando ascendió al monte Sinai, símbolo de la escalera del sueño de Yaacov. Con la voz podemos orar a nuestro Padre celestial para así crear una relación y apego con Él. Y con el dinero, podemos dar tsedaká, ayudando a nuestro prójimo y a consecuencia despojarnos del deseo egoísta de recibir.

Los mundos superiores

Hay algo muy interesante que enseñan los sabios del sod sobre este pasaje, nos dicen que en él se insinúan los cuatro mundos superiores.

Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra

Esto insinúa al mundo de la acción, en hebreo “olam ha-asiá”, este mundo es la realidad tal cual la conocemos, el mundo físico, el mundo de los hombres.

También hay que decir que los cuatros mundos corresponde a las cuatro letras del nombre de Dios (Yud, Hei, Vav y Hei)

El mundo de asiá corresponde a la última letra del nombre sagrado, la Hei.

 Y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.

Esta parte del versículo insinúa al mundo de yetsirá, el mundo de la formación, también conocido como el mundo de los ángeles. Este mundo corresponde a la letra Vav, que es una letra que conecta, por eso vemos que los ángeles suben y bajan, del mundo físico al mundo celestial y viceversa. Como vemos la letra vav está entre las dos letras que se repiten en el nombre de Dios.

Yud, Hei, Vav y Hei

Y su extremo tocaba en el cielo.

La frase el cielo insinúa al mundo de beriá, mundo de la creación, también conocido como el mundo de las almas. Este mundo corresponde a la primera Hei del nombre de Dios.

Para entender un poco más esto, podemos mencionar un aspecto del porqué los ángeles interactúan entre el mundo de las almas (beriá) y el mundo de la acción, o mundo de los hombres (asiá). Es porque los ángeles por mandato de Dios toman un alma del mundo de beriá (letra Hei) y la bajan al mundo de asiá (letra Hei), y cuando uno muere como vimos en parashat Jayei Sará también vienen por el alma al mundo de asía y la regresan al mundo de beriá.

O bien, otro aspecto es porque suben las tefilot de am Israel, y bajan con respuesta del cielo y viceversa. Y así muchos más aspectos.

Y he aquí, HaShem estaba en lo alto de ella

Estas palabras insinúan al mundo de atsilut, mundo de la emanación, un mundo considerado divino por la cercanía que este tiene con la Luz inaccesible, Or Ein Sof, (1 Timoteo 6:16). Este mundo corresponde a la letra Yud del nombre de Dios.

Los sabios de la jasidut se preguntaron ¿y cómo puede el hombre ascender del olam ha-asiá al olam ha-atsilut, o estos son sólo conceptos abstractos e inalcanzables? No, el hombre al ser la imagen de Dios, puede ascender en los mundos espirituales, de hecho, está ligado a ellos.

El hombre vive en el mundo de asia que según la jasidut corresponde al mundo del “yo” el mundo del ego, cuando el hombre sólo piensa en sí mismo, en el deseo de recibir, éste no ve más allá de sí mismo.

De quedarse en ese estado jamás podrá ascender por la escalera que lo conduce a los mundos superiores.

Dios nos ha dado herramientas para ascender como hemos visto; en primera instancia hay que alcanzar el mundo de yetsirá, formación, éste se alcanza justo cuando uno deja un poco el ego. Por ejemplo, cuando uno sale de la casa de sus padres y forma una familia entonces pasa de ser receptor a ser dador, dejando atrás entonces el mundo del “yo” pues ahora tiene una esposa e hijos que asistir y mantener.

Pero esto no es suficiente, pues de alguna manera amar, proteger y sustentar a la familia es algo más personal por el vínculo sanguíneo, de tal manera que necesita trabajar más.

Para ascender al siguiente mundo, beriá, que tiene que ver con la palabra creación, desde esta perspectiva, sería que el individuo no sólo debe ver por su familia sino ahora por toda la creación. Ahora debe estar al servicio de su prójimo, cualquiera que éste sea, debe ocuparse por la naturaleza, etc. Al llegar a este punto el ego ha quedado prácticamente liquidado.

El Mashíaj dijo con respecto a este nivel: 

Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
(Juan 15:13)

Para que alguien esté dispuesto a dar su vida misma, su alma, a favor de su prójimo, prácticamente un desconocido como tú y como yo, es porque definitivamente ha dejado el ego atrás, así lo hizo nuestro amado Mesías.

Pero el camino aún no termina, falta llegar al final de la escalera en dónde está HaShem, el mundo de atsilut. En ese mundo ¿qué es el hombre ante HaShem?, los antiguos dijeron: soy polvo y ceniza (Génesis 18:27), otro dijo soy un gusano (Salmos 22:6), y otro dijo ¿qué somos? (Éxodo16:7-8). Este es el punto de total anulación. 

El punto es que has dejado de ser tú, ahora es Dios en ti, en todos los aspectos de la vida. El Mashíaj dijo en la antesala de ese mundo:

Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. (Lucas 22:42; Juan 4:34; Juan 5:30; Juan 6:38)

También dijo uno de sus alumnos más aventajados:

Con Mashíaj estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Mashíaj en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)

¿Qué pasa si metafóricamente acercamos un encendedor al sol? Ciertamente, aunque hay luz en el encendedor, la luz que predomina es la del Sol, así es aquel que ha llegado a la cima de la escalera, existe, pero a la vez no existe.

Esto lo podemos entender en la tefilá llamada la amidá, considerada el clímax de la oración diaria, al ser la parte más importante ésta representa al mundo de atsilut, el mundo de la divinidad, el mundo donde uno ya no existe. El judío observante que reza con la kavaná adecuada y conoce los secretos de la Torá sabe que al llegar a ese punto de la tefilá ha llegado al mundo de atsilut. Por lo tanto, tiene que anularse por completo, y esta es la razón por la que la frase que introduce el rezo dice:

Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. (Salmos 51:15)

Abre mis labios… porque estoy anulado ante ti HaShem y por mi propia cuenta no puedo abrirlos, se tú y solo tú a través de mí hablando.

Por eso la oración de la amidá es silenciosa ya que ante HaShem no somos nada. Este el nivel del Mashíaj por eso llegó al punto de dejar de existir con tal de que la voluntad de su Padre se cumpliera.

Uno comienza en el mundo del “yo”, en hebreo aní, y cuando anulamos nuestra voluntad por Su voluntad llegamos a ein, nada, que es aní al revés. Ein alude al Ein sof, el título más cercano que tenemos los humanos para hablar del ser infinito e ilimitado, que comúnmente se conoce como Dios, esta es la única manera de estar lo más cerca de la Divinidad.

Finalmente retomando el primer planteamiento que hicimos de unir el cielo con la tierra, y aunado a todo lo que hemos dicho, el Rav Moty Segal shelita en el libro antes citado en nombre del Midrash dice que la expresión “los ángeles ascendían y descendían por ella”  de nuestro texto significa que algunos ángeles exaltaban a Yaacov y otros lo disminuían. Los ángeles que lo veían conectado con el mundo superior eran los que lo alababan. En cambio, los que lo veían durmiendo lo rebajaban. Los primeros veían el carácter divino de Yaacov; en cambio; los segundos veían su faceta humana y como tal merecía ser humillado porque en opinión de los ángeles, el ser humano es inferior a ellos Estos ángeles que lo rebajaban fueron los que se habían opuesto a la creación del ser humano. Los ángeles cuestionaron al Supremo que no tenía sentido crear a un ser materialista como el hombre, porque lo que realmente cuenta es el valor divino, como lo representaban los ángeles. Pero el Supremo les respondió que el hombre que se disponía a crear era la conjunción de materia y divinidad; y desde la materia él podría acceder a niveles divinos superiores aún al de los ángeles y a ello alude el versículo: “Oh Israel (en referencia a Yaacov), a través de ti, Yo (HaShem), seré glorificado”. (Isaías 49:3)

Está escrito en nuestros libros sobre el hombre que logró la unificación de ambos conceptos:

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre. Hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice, sírvanle todos los ángeles de Dios. (Filipenses 2:9; Hebreos 1:4-6)

Así como Yaacov tuvo que salir de sí mismo para llegar a ser Israel, y así como Yeshúa pasó de hombre mortal a ser declarado hijo de Dios por la resurrección, nosotros debemos anular nuestro hombre material para descubrir la imagen del hombre celestial que Dios tiene para cada uno de nosotros desde antes de la fundación del mundo.

Quiera Dios, y es mi deseo, que podamos ascender prontamente por esa escalera que un día vio el patriarca Yaacov.

Shabat Shalom.

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