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54Parashot_A-19

Parashat Terumá

Por Prof. José Alberto Fuentes
Shemot (Éxodo) 25:1-27:19
Haftará: 1 Reyes 5:26-6:13



Quiero comentar, con la ayuda del cielo, dos aspectos de esta porción que se complementan. Primeramente, la importancia y efectos de contribuir de corazón con la obra divina, con los recursos físicos que Dios nos ha otorgado. El segundo comentario será sobre un concepto muy usado en el judaísmo, que nace en esta parashá, el concepto “Shejiná”.

Hashem habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. (Éxodo 25:1-8. Énfasis añadido)

Dios manda que se tome una ofrenda para Él. Esto nos enseña que el hecho de presentar una ofrenda dirigida específicamente para Él con intención y voluntad de corazón en el individuo – aunque un tercero la reciba físicamente – es algo que te vincula con Hashem, bendito sea. Por lo tanto, al dar una contribución para la obra divina te eleva hasta el “lugar” en donde la Divinidad se revela de manera más profunda. Y esto lo sabemos por el pasaje que inmediatamente dice: “Y habitaré en ellos”.

Es muy importante que nuestra contribución para la obra divina sea desde lo más profundo de nuestro corazón, que sea en primer lugar porque deseas servir a Dios, porque lo amas desinteresadamente, porque anhelas su presencia. Debes saber que no estás obligado, si lo ves así, es porque deseas en tu interior esa conexión con tu Dios.

La contribución al Tabernáculo es un excelente ejemplo del “correr” ascendente del alma. De hecho, la palabra “contribución” (תְּרוּמָה, terumá) se deriva del verbo “elevar” (לְהָרִים, leharim). Al obsequiar a una causa digna una parte de nuestro sustento, ganado con el sudor de nuestra frente, nos elevamos hacia las Alturas Celestiales en un acto de devoto auto sacrificio. Esto se expresa en la Parashat Terumá en las palabras: “De todo hombre cuyo corazón le inspira a la generosidad”. Contribuir al Tabernáculo es un movimiento del corazón que anhela elevarse más y más alto. En este anhelo ascendente de “correr”, el vector de fuerza apunta hacia arriba, hacia el infinito absoluto, a un nivel tan elevado que no puede ser definido ni dársele un nombre, por encima de los mundos creados e incluso por sobre todos los Nombres Santos de Dios, porque se dirige hacia a Su Esencia misma. El Zohar nos enseña la profunda idea de que, al tomar la contribución, estamos en cierta manera tomando a Dios mismo. El alma se eleva y va directamente a la esencia de Dios. (Rabí Yitsjak Ginsburgh)

Otro aspecto importante es que el texto dice: “Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos”. Esto se puede entender como: “Esta es la ofrenda que tomareis para ellos”, lo que implica que el más beneficiado es uno mismo, y qué mejor beneficio que more la presencia de Hashem en ti.

Por lo tanto, que quede asentado que un requisito para que la presencia divina esté en nosotros es ser dadores para la obra de Hashem.

Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.                     (2 Corintios 9:6-7)

Pasemos al segundo comentario, el concepto shejiná, conocido popularmente como la presencia divina, en alusión a la manifestación tangible de la divinidad. Pero ¿cuál es esa manifestación concreta?

El texto lo revela:

Y harán un santuario para mí, y habitaré en ellos.

El concepto de shejiná aparece en este texto, “ve shajantí betojam”. Shajantí de shaján, residir, morar, habitar, descanso, etc.

 ¿Quién es la Shejiná entonces?

El pueblo de Israel en su estado de templo para contener la presencia divina, como dijo Rabí Shaúl:

Porque vosotrossois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. (2 Corintios 6:16. Énfasis)

También dijo Rav Shimon Kefa:

Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo… (1 Pedro 2:5)

Es por eso que, en el libro de rezos, se introduce la tefilá con la siguiente frase:

            En aras de la unificación del Santo bendito es con su shejiná.

En otras palabras, todo tu servicio es para que el Santo bendito es, se unifique con su pueblo Israel, es decir la shejiná. Por lo tanto, el concepto shejiná es la manifestación de Dios en el nivel humano, en este caso específico Dios escogió a su pueblo Israel.

Cabe mencionar, que shaján viene de la raíz shajav que implica recostarse para tener una conexión sexual, entre otras cosas. Metafóricamente hablando es como si la Divinidad tuviera “una conexión sexual” con su pueblo, en el sentido de hacerse uno (conf. Juan 17:21), similar a un hombre cuando tiene intimidad con una mujer, convirtiéndose ambos en una sola carne (conf. Génesis 2:24). En este caso, el concepto del Santo – bendito es – es masculino y es el dador, y la shejiná (el pueblo de Israel) es receptora. Sabemos que el hombre da la semilla y la mujer la recibe. En este caso, se recibe el “fluido” divino. 

Así las cosas, hemos aprendido brevemente la importancia de la terumá para lograr esa conexión. Ese es el nivel ideal para que el Dios infinito se revele en el mundo finito a través de la vasija llamada benei Israel – hijos de Israel. No obstante, las puertas están abiertas para todos.

Shabat shalom

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