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54Parashot_B-22

PARASHÁ VAYAKHEL

Por Isaac Bonilla Castellanos
Shemot (Éxodo) 35:1-38:20
Haftará: 1 Melajim (Reyes) 7:40-50

¿Sensualidad o espiritualidad?

En la parashá de este shabat aparentemente tenemos una mera repetición de aspectos señalados en la parashá Terumá y en la parashá Tetsavé. Si considerásemos la Torá como un libro más, podríamos pensar que no hay nada nuevo en esta repetición; sin embargo, sabemos que no hay cosas superfluas en la Torá, sino que, así como el Eterno es infinito, las lecciones que podemos extraer de él y su Palabra, son también infinitas.

En esta ocasión, quisiera tratar uno de los temas más interesantes de la parashá desde el punto de vista familiar, uno particularmente relevante para mujeres. En esta parashá trataremos la fuente de bronce en donde Aharón y sus hijos se lavaban los pies y las manos, y como las mujeres fueron las que contribuyeron para la construcción de la misma.

Leemos en la Torá lo siguiente: “También hizo la fuente de bronce y su base de bronce, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.” (Shemot [Éxodo] 38:8)

Estas mujeres, según una interpretación de los sabios, comenzaron a reunirse en el lugar donde el tabernáculo estaba siendo erigido. Cuando la estructura básica estaba siendo construida, esto creó una gran emotividad en estas mujeres quienes se reunían, usualmente, para contemplar con entusiasmo la edificación del mishkán (tabernáculo). Estas mujeres oyeron que una fuente de bronce (en hebreo “kior”) habría de construirse y decidieron donar sus espejos para su construcción.

¡Cuán increíble era el amor por el Eterno de estas mujeres! Estando en el desierto, decidieron sacrificar sus artículos de belleza personal en aras de la purificación de los cohanim (sacerdotes). Para ellas, su aspecto físico impecable, debía de ser sacrificado cuando se tratase de servir a Hashem. Hashem las honró haciendo que su donación fuera conocida en la Torá. A parte de la ofrenda de los príncipes (Bemidbar 7:1-89), es la única ofrenda en donde la Torá registra el donante.

La opinión de Rambán (Rabí Moshe Ben Najman, un gran rabino medieval) y del Rabí Ibn Ezra, es que las mujeres eran personas sumamente espirituales y quisieron donar esto para ser participes de la obra del tabernáculo. Ellas escuchaban los mandamientos, y venían incluso a orar ahí y quisieron sacrificar su belleza personal por la santidad de los cohanim, los representantes delante de Elohim (Dios).

Por otro lado, Rashí da una opinión diferente, basada en un Midrash: Cuando Moshé oyó que las mujeres querían donar sus espejos para hacer la fuente, él rechazó la oferta. Esto fue hecho, debido a que él pensó, que no era conveniente que la fuente se hiciera con objetos que habían tenido fines comunes y sensuales. Sorprendentemente ¡el Eterno le mandó tomarlos!, esto debido a que explicó: “¡Estos regalos me son más caros que todos los otros presentes, porque fue gracias a estos espejos que las mujeres dieron a luz a miles de judíos, cuando estaban en Egipto. Cuando sus esposos se sentían oprimidos por el trabajo esclavo, estas mujeres les llevaban alimentos y bebidas y los alimentaban. Los llevaban a sus espejos para que cada una pudiera verse en el espejo con su esposo y atraerlos diciéndoles “Soy más hermosa que tu”!

De esta manera, Hashem pensaba que era perfectamente aceptable que estos espejos, que habían logrado la preservación del pueblo judío, fueran donados para la fuente de bronce. Al oír esto, Moshé aceptó la ofrenda de las mujeres alegremente.

Aunque aparentemente, las opiniones de Rashí y de Rambán son contradictorias, pueden ser perfectamente reconciliadas. La opinión de Rashí aparentemente sugiere que estas mujeres eran personas preocupadas por su belleza física. La opinión de Rambán, sugiere que no se preocupaban por su belleza física.

¿Cuál de las dos actitudes es la esperada en una mujer del Eterno? Podemos decir que las dos son esperadas en su momento oportuno. Estas mujeres estaban preocupadas por su belleza física, siempre que esto no interfiriera con su belleza espiritual. Estas mujeres eran bellas tanto espiritual como físicamente. Estuvieron preocupadas por su belleza física, manifestando la gracia que Dios naturalmente les dio, y haciendo que sus familias pudieran superar sus problemas siendo un verdadero apoyo para sus esposos. Al mismo tiempo, cuando la espiritualidad llamó a la puerta, ellas decidieron donar estos artículos a aquel que les había dado su belleza. En síntesis, eran mujeres que tenían como prioridad la espiritualidad sin descuidar su belleza física.

Esto es precisamente lo que Hashem espera de nuestras esposas. Claramente Hashem espera que una mujer que es su hija, sea bella y pueda ataviarse para su marido y lucir elegantemente con recato. ¡Es totalmente ilógico concebir que Dios creara un ser tan bello para pedirle que luzca de manera fea!

El texto de Isaías 3:16-24, obviamente no es un mandamiento dado a las mujeres para lucir mal. Es una descripción del juicio que vendrá a Israel en el exilio causado por el enemigo. En otras palabras es la descripción de un castigo por la maldad de las hijas de Sión, en ninguna manera es un mandamiento o la voluntad de Dios para todas las mujeres. Esto es claramente el sentido cuando se sigue leyendo el texto (versos 3:25-4:1) y se habla de varones cayendo a espada y siete mujeres echando mano de un hombre por la aflicción del momento. ¡Difícilmente se puede entender el texto como que hable sobre la voluntad perfecta de Dios!

Al mismo tiempo, Hashem espera que la belleza exterior de nuestras hijas y esposas sea el reflejo de su belleza interior. La espiritualidad está por encima de la belleza física. La gracia interna por encima del encanto externo, el atavío interno por encima del atavío externo. Esto es precisamente lo que quiso decir el shalíaj (apóstol) de nuestro Maestro cuando dijo:

“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.” (1 Kefa [Pedro] 3:3-5)

Claramente Pedro no está diciendo que el oro o un vestido elegante estén prohibidos; simplemente él enfatiza que la belleza perdurable que no se pierde es la interna  y por tanto es lo que debe tener el mayor interés para una mujer del Eterno. Así como las mujeres del tabernáculo eran bellas en su exterior, pero aun más bellas en su interior; nuestras mujeres deben tener este orden de prioridades.

Estas mujeres tuvieron el merito de hacer posible la purificación ritual de los cohanim (sacerdotes) hijos de Aharón, para que pudieran oficiar en el tabernáculo, y posteriormente en el templo. Esta es una gran lección para nuestras mujeres: Sus buenas obras y su santidad y pureza pueden ser determinantes para un hogar recto e íntegro delante del Eterno, tal como está escrito:

“La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba.” (Mishlé [Proverbios] 14:1)

En un mundo rodeado por estereotipos, rodeado de sensualidad y arrastrado por los deseos debemos encontrar en la Escritura la fuente de nuestra vida. Nuestras mujeres no deben sentirse menos bellas que las pocas que cumplen con los estándares, la cultura exhibicionista  y con los excesos de Hollywood. El Eterno nos hizo a todos y ha puesto una chispa de belleza en cado uno de nosotros, él nos acepta como somos y tiene un propósito para nosotros y abundante amor.

Es a la postre, la belleza interna la que permanece y hace lucir verdaderamente hermosa a una mujer, tal como está escrito: “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme al Eterno, ésa será alabada.” (Proverbios 31:30)

 ¿Qué sucede cuando las prioridades se desvían y una mujer permite que su sensualidad o sus deseos vayan en contra de su espiritualidad? Lamentablemente aquí sucede exactamente lo contrario.

Leemos por ejemplo en el libro del profeta Samuel lo siguiente: “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento del Eterno… Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo del Eterno.” (1 Samuel 2:12-24)

Todos conocemos la historia de los hijos de Elí: Dos sacerdotes completamente malvados que hacían pecar al pueblo y menospreciaban el servicio de Dios y sus ofrendas. Dios pronunció un juicio sumamente severo contra ellos como veremos más adelante. Lo que es curioso del texto es la mención de “las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión”.

La frase es casi idéntica en hebreo a la que encontramos en Éxodo 38:8. Estas dos narraciones son las únicas en toda la biblia  en donde se menciona a mujeres que velaban en el tabernáculo de reunión, y tienen una fuerte conexión y una gran lección para nuestros días.

A diferencia de sus ancestras, las mujeres de los días de Samuel no velaban en el tabernáculo de reunión con motivos puros; todo lo contrario ¡lo hacían con los motivos más impuros posibles! Estas mujeres no ofrendaban sus espejos para la purificación ritual de los sacerdotes; ¡sino que ofrecían sus cuerpos para la impureza moral de los sacerdotes!

¡Qué ironía! Tan cerca del tabernáculo pero tan lejos de Dios. Estas mujeres habían hecho lo contrario a lo que vemos en la construcción del tabernáculo del desierto: permitieron que sus deseos sensuales fueran más importantes que su espiritualidad ¡Cuidado hermana con ese afán de ser objeto de deseo en una comunidad de creyentes!

Y así como aquellas mujeres habían sido un apoyo en la construcción del tabernáculo, estas mujeres fueron uno de los tropiezos que llevaron a un severo juicio contra los sacerdotes y la ciudad donde el tabernáculo estaba. La cuidad donde el tabernáculo estaba en días de Elí y Samuel, era la ciudad llamada “Shiló”. Leemos en el mismo libro de Samuel lo siguiente:

“Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios al Eterno de los ejércitos en Shiló, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes del Eterno.” (1 Samuel 1:3)

¿Qué fue de Shiló? Tanto la arqueología como la Biblia confirman un severo juicio que fue ejecutado por Dios a dicha ciudad israelita. Rastros arqueológicos descubiertos recientemente, confirman que un voraz incendio causado por un ejército enemigo consumió a la ciudad de Shiló. Poco después de lo sucedido con los hijos de Elí, los filisteos robaron el arca del pacto y se especula que ellos incendiaron la ciudad, matando a muchos hombres, (1 Samuel 4:9-10).

A pesar de que la Escritura no registra lo que sucedió exactamente con Shiló y quién causó el fuego que la consumió, sí tenemos la razón por la que el Eterno permitió que sucediera. El profeta Jeremías dice siglos después, lo siguiente:

“Andad ahora a mi lugar en Shiló, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.” (Jeremías 7:12)

Desde ese día, Shiló fue relacionada con destrucción, signo de castigo, juicio y reprensión. La corrupción moral de los sacerdotes hizo que el Eterno castigara duramente a su pueblo y entregara el arca del pacto en manos de los filisteos.

El mensaje no puede ser más claro: Mujeres espirituales hicieron que los sacerdotes obtuvieran una fuente de purificación ritual en la edificación del tabernáculo; mujeres malvadas hicieron que los sacerdotes tuvieran una fuente de corrupción sexual y moral, propiciando la destrucción de Shiló, el primer lugar donde le tabernáculo residió.

El poder de una mujer es grande. El proverbio indica que una mujer sabia edifica su casa pero la necia la destruye. El potencial que el Eterno ha puesto en una mujer es asombroso, cuando una mujer desarrolla su potencial espiritual es verdaderamente algo extraordinario; cuando lo contrario pasa, las consecuencias son lamentables.

A todas las mujeres que lean este comentario a la parashá, me gustaría pedirles que reflexionen en estas preguntas ¿Con quién te identificas? ¿Qué importancia tiene la espiritualidad para ti? ¿Cuán preocupada estas por tu belleza física descuidando tu santidad? ¿Estás comprometida con el avance del reino de Dios en la tierra? ¿Eres un soporte para tu esposo o para tu padre? ¿Es el Eterno el supremo objeto de tu alabanza de corazón? ¿Estás cerca del Eterno y cerca del tabernáculo, o solo cerca del segundo?

Esperemos que el Eterno siempre nos haga ofrendarle nuestro corazón y que nuestro servicio le sea agradable

שלום שבת

¡Shabat shalom!

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