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54Parashot_A-29

Parashat Ajerei mot / Kedoshim

Por Prof. José Alberto Fuentes
Vayikrá (Levítico) 16:1-20:27
Haftará: Ezequiel 22:1-16

En esta ocasión, presentaremos algunos enfoques y comentarios de los sabios de Israel, con respecto a estas interesantes porciones de la Torá, agregando algunos comentarios personales.

“Tras la muerte de los dos hijos de Aharón…” (Levítico 16:1)

La persona que oye las malas lenguas y no realiza ninguna objeción o, por lo menos, demuestra desagrado, en realidad está de acuerdo con lo que se dijo. Es como si ella misma hubiera pronunciado esas palabras y, por lo tanto, es merecedora del mismo castigo.

Cuando los benei Israel viajaban por el desierto, Moshé y Aharón los conducían, seguidos por Nadav y Avihu, y, luego, por el resto de la nación.

Una vez, Nadav le dijo a Avihu: “¿Cuándo van a fallecer estos ancianos, así podremos llegar al liderazgo?”  Entonces Hashem dijo: “Veremos quién entierra a quién”.  Y Él dejó que ellos cayeran, y finalmente fueran castigados con una muerte divina.

Se entiende que Nadav haya sido castigado, pero ¿cuál fue la culpa de Avihu? Él se quedó callado. Avihu fue castigado porque no reaccionó con el desagrado que merecían las palabras de Nadav.  Y por eso, era tan culpable como su hermano.

(Najal Kadomim)

Por eso también está escrito en parashat Kedoshim:

“No odies a tu hermano en tu corazón; debes, sin duda alguna, regañar a tu compañero judío y cargues pecado por cuenta suya” (Ibíd. 19:17)

Otro aspecto que me llama mucho la atención, es que cuando la Torá introduce el día de la expiación hable justamente de la muerte de los hijos de Aharón. Creo que la Torá nos está enseñando que hay un antídoto para no morir, justamente el día de la expiación, como si nos dijera para que no que no mueras como Nadav y Avihu necesitas un Yom hakupurim.

Brevemente podemos ver dos aspectos, el primero que cuando uno ofrece fuego extraño – llámese cualquier tipo de pecado que para Dios resulta extraño – o bien, recordemos que según algunos sabios estos jóvenes eran tsadikim, por lo tanto, no eran pecadores, sin embargo, fueron avasallados por la presencia divina, en otras palabras, no la soportaron. De ahí que kipur tenga que ver con protección, con cobertura.  La enseñanza es la siguiente: necesitas pasar por kipur antes de conectar con la presencia divina, necesitas una cobertura para soportar la fuerza de la presencia de Dios.

“Y respetaréis mi Santuario” (Ibíd. 16:2)

“Y dijo Hashem a Moshé: Habla a tu hermano Aarón: Y no vendrá en todo momento al Templo…”.  Aunque el Todopoderoso pidió construir un Templo para habitar entre nosotros, nos exige la Torá un comportamiento intransigente dentro de él, hay que respetarlo. Y los sabios enseñan que así es con todos los lugares sagrados, como las sinagogas y las casas de estudio, e inclusive nuestras casas.

Si esto es así con algo material, ¿qué se espera de nuestros cuerpos que son templo del espíritu de santidad?

“Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo” (Ibíd. 16:31)

Afligir las almas, representa abstenerse de ciertas cosas, que naturalmente el hombre necesita. En primer lugar, el texto alude al ayuno, es decir abstenerse de comida y bebida. Los rabinos también estipularon ciertas restricciones en el día de kipur además del ayuno, como no asearse, no tener relaciones sexuales, y no calzar zapatos de cuero.

Si analizamos todas estas prohibiciones, nos daremos cuenta que, en ese día el hombre se despoja de toda su humanidad, es decir, que anula la parte material, dándole lugar a lo espiritual. Por eso es que se enseña que en kipur uno se convierte en ángel.

Esa es una de las grandes terapias de kipur, anular al hombre material, que muchas veces nos impide crecer espiritualmente.

“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: Santos habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Hashem, vuestro Di-s” (Ibíd. 19:2)

Frecuentemente pensamos que santidad es algo que sólo pocos individuos pueden aspirar tener.  Sin embargo, el hecho de que Dios dio esta mitsvá a Moshé Rabenu diciendo “Habla a toda la congregación…” nos enseña que no sólo la excepción entre nosotros es capaz de obtener santidad, sino que a cada uno de nosotros se nos ha ordenado ser santo.  

Cuando fue dada la Torá en el Monte Sinai, el Midrash comenta que el versículo “Y todo el pueblo vio las voces” nos quiere decir “La Voz salió y fue dividida en muchas diferentes voces, y cada uno escuchó de acuerdo a sus fuerzas”.  

En otras palabras, cuando una persona escuchó “no matarás”, entendió que quería decir: “¡No tomes un arma y mates!” Mientras que otra entendió que, si un cuerpo muerto es encontrado en los alrededores de su ciudad, se le adjudicará la responsabilidad por no haberle dado suficiente protección, comida y escolta, como si él mismo lo hubiese matado. Otro entendió no avergüences a alguien en público, porque cuando la sangre drena de su cara y se pone blanco, es como si lo hubiesen matado. Cada persona escuchó la Voz de acuerdo a su propia fuerza y talento particular. 

Similarmente se espera que cada judío sea santo en su nivel, porque él es una chispa individual de la santidad de Dios.

(Rab Shlomó Yosef Zevin)

“Habla a toda la congregación de los Hijos de Israel y diles: Santos habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Hashem, vuestro Di-s” (Ibíd. 19:2)

Generalmente el método utilizado para transmitir las mitsvot al pueblo judío era el siguiente: Primero Moshé enseñaba la mitsvá a Aharón privadamente. Luego se unían los hijos de Aharón, Nadav y Avihu. Moshé repetía la mitsvá otra vez. Los sabios entraban luego y Moshé la repetía por tercera vez. Finalmente, la enseñaba a todo el pueblo. Sin embargo, la mitsvá de ser santos fue enseñada en el orden opuesto. Todos estaban reunidos y Moshé primero enseñó la mitsvá a toda la comunidad. 

Esto fue para acentuar que la santidad que se le pide al judío no es la del ermitaño o el recluso, sentado en la cima de la montaña, perdido en meditación y contemplación. Por el contrario, él solo puede alcanzar la santidad de Israel a través de ser parte del grupo – la comunidad del pueblo judío.

(Basado en Torat Moshé)

Continuando con la misma idea, la Torá nos muestra que para ser santos como Hashem, es necesaria la relación con el prójimo, de hecho, no hay otro camino. El Dr. Ketriel Blad nos enseña que esa es la razón por la que inmediatamente la Tora dice:

 “Cada uno temerá a su madre y a su padre” (Ibíd., 19:3)

Dice el Dr. Ketriel Blad, ¿En dónde empieza la santidad? En cómo me relaciono con mamá y papá, así de simple y así de sencillo. ¿Cómo está la relación con tus padres?

Por eso empezamos a ver textos que expresan totalmente la relación entre el individuo y su prójimo:

  • No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás.
  • No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana.
  • No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Hashem.
  • No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo.
  • No andarás chismeando entre tu pueblo.
  • No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Hashem.
  • No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino…
  • Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Hashem.

Queda claro entonces, que ser santos no significa apartarse de la gente, vivir en una cueva, o en un monasterio, ser santos implica tener “RELACIONES CORRECTAS SEGÚN LA TORA, CON MI PROJIMO”.

Que Hashem nos ayude.

Shabat Shalom

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