Scroll Top
54Parashot_B-33

PARASHÁ BEJUKOTAI

Por Isaac Bonilla Castellanos
Vayikrá (Levítico) 26:3-27:34
Haftará: Yirmeyahu (Jeremías) 16:19-17:14

Mandamientos – andar, guardar y poner por obra

En esta semana arribamos a la última parashá del libro de Levítico. La parashá “BeJukotai” es la última parashá pero para nada la menos importante, muchos conceptos poderosos son extraídos de ella y podemos edificar nuestras vidas, instruir en justicia y corregir el error con sus hermosas palabras, que el Eterno nos dejó por mano de Moshé.

La parashá BeJukotai consiste de dos capítulos: en el capítulo 26 se encuentran las bendiciones y maldiciones a las que Israel estaría sujeta como nación de pacto y nación sacerdotal; por su parte, el capítulo 27 trata de el tema de las cosas o personas dedicadas a Hashem. La mayoría de eruditos y sabios de la Torá, consideran el capítulo 27 como un apéndice del libro y ven en el capítulo 26 el verdadero final del libro de Vayikrá.

Antes de entrar en el tema en donde nos enfocaremos, es bueno corregir un triste malentendido que es común en grupos de “raíces hebreas” provenientes del cristianismo, e incluso en algunos sectores del cristianismo. El error consiste en leer las bendiciones y maldiciones como promesas de retribución individual para todos los seres humanos, es decir, la creencia en que si guardas la Torá, serás bendecido; si no lo eres, es porque no estás guardando los mandatos del Eterno.

Esta híper-simplificación de pensar en obediencia-es-bendición-material y desobediencia-es-falta de-bendición material, es tan antigua como la historia misma. Desde los tiempos de Job, una teología superficial era popular: “Si te va bien, es porque estás bien con el Altísimo; si no, es porque ¡estas mal!”

Ciertamente podemos decir que es una bendición andar rectamente delante del Eterno, y que en última instancia, la desobediencia tiene consecuencias; sin embargo, esto no es una regla universal, absoluta e inequívoca, ni mucho menos siempre relacionada con bienes materiales. Vemos personas muy justas, sumidas en pobreza o pasando problemas muy duros; por otro lado, vemos personas con malos caminos delante de Dios, prosperar. El mensaje es claro: La retribución divina es algo que descansa en la infinita sabiduría de Hashem, en su justicia y en cosas que él conoce y nosotros no, no es con reglas blanco-o-negro.

Este es el tema del Salmo 73 y de todo el libro de Job: Corregir la simple teodosia (creencia de justicia divina) que los amigos de Job promulgaban: “Los que sufren o son pobres, es porque no son buenos para con el Eterno”. Uno de los capítulos de la Biblia que ha sido malinterpretado para tener esta teología, es precisamente el que nos ocupa en esta parashá.

¿Pero acaso no dice esta parashá claramente que la obediencia trae bendición y la desobediencia maldición? Sí, lo dice, pero en su contexto. Si revisamos la sección de Levítico 26, nos daremos cuenta que no son promesas inequívocas de bendición individual para todo el mundo; sino que son promesas de bendición nacional y colectiva para Israel.

Leemos en la Torá por ejemplo:

“Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto. Vuestra trilla alcanzará a la vendimia, y la vendimia alcanzará a la sementera, y comeréis vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis seguros en vuestra tierra. Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestro país.” (Levítico 26:3-6, énfasis añadido)

Claramente la Torá habla en lenguaje plural para enfatizar que esto no es bendición individual ni una ley inquebrantable de retribución. Las bendiciones y maldiciones vendrán a la nación entera como producto del caminar de la mayoría de Israelitas.

Si Israel, como nación, viviera a la altura de sus responsabilidades de pacto con El Eterno, Hashem cumpliría con la nación y haría un paraíso en la tierra de Israel y bendeciría cosechas, su población, daría victorias militares, etc. Si Israel, como nación, no vive en lo esencial del pacto, Hashem castigaría duramente a la nación sacerdotal.

En este sentido, cabía la posibilidad que alguien que no fuera tan justo, alcanzara bendición por el mérito general de la nación y viceversa: Justos alcanzarían penurias por los malos caminos de la nación, como un todo (Este fue precisamente el caso de Jeremías, Ezequiel y Daniel, quienes se vieron directamente afectados por el exilio babilónico, con todo y ser justos).

Usar este verso para juzgar el estado de alguien delante de Dios en base a su prosperidad económica, es irresponsable y apresurado. Es bueno entender esto, antes de comenzar a entrar en materia de las bendiciones y maldiciones de la Torá en Levítico 26.

Obviamente esto no significa, que no haya ningún tipo de bendición individual a los que guardan los mandamientos, simplemente debemos de leer este capítulo en su contexto histórico para no pensar que estamos delante de leyes absolutas de prosperidad individual y caer en la trampa de pensar en la creencia superficial existente de los días de Yeshúa: los-prósperos-son-los-que-están-bien-con-Dios-y-los-pobres-no.

Hashem bendice a sus hijos, conforme a su obediencia, su voluntad y su profunda sabiduría. Si una buena persona experimenta escasez, para nada es señal inequívoca de desobediencia. La ausencia de bendición económica no implica necesariamente que una persona este mal con el Eterno. Es esto lo que tiene que quedar claro para tener la perspectiva historia y contextual del capítulo 26 de nuestro libro.

Aclarado esto, es bueno notar que la Torá guarda en gran medida el formato de un pacto de la antigüedad en oriente entre un rey poderoso y sus vasallos. En estos pactos se mencionan favores recibidos por el rey, obligaciones de sus vasallos y consecuencias de la obediencia o desobediencia a estas reglas. La Torá sigue este formato indicando que el gran Rey, Hashem, ha hecho muchas bondades a sus siervos, sus leyes y las bendiciones y maldiciones.

Al iniciar a enumerar las bendiciones, la Torá nos dice:

“Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.” (Levítico 26:3-4)

Al ver la frase “andar en mis decretos”, “guardar mis mandamientos” y “ponerlos por obra”, podríamos llegar a pensar que dichas frases quieren decir lo mismo, y que son redundantes en tan poco espacio. ¿Por qué la Torá ocupa estas tres frases para describir la obediencia a los mandamientos? ¿Por qué no únicamente una de ellas?

Rashí indica que las frases precisamente son tres etapas de la obediencia del Eterno y su Torá. La frase “anduvieres en mis decretos” alude a estudiar los mandamientos intensamente,  “guardareis mis mandamientos” es aprenderlos a realizar de la manera correcta, y finalmente, “pusiereis por obra” implica el cumplimiento mismo del mandamiento. Estas tres cosas forman parte del proceso de la obediencia de los mandamientos, y si la nación judía los realiza alcanzará bendición nacional.

Muchas veces uno de estos pasos es obviado por nosotros: Algunas veces, estudiamos la palabra del Eterno como una tarea que debemos hacer, pero no con la pasión necesaria para verdaderamente aprender. En ocasiones estudiamos y aprendemos pero no llevamos a cabo los mandamientos del Eterno. En otras ocasiones, cumplimos los mandamientos pero sin tener en cuenta su significado, causando frialdad en nuestro andar con Hashem.

En la teología de muchos círculos del cristianismo histórico, se ha llegado a creer que la Torá no estaba supuesta a ser puesta por obra por los hijos de Israel; sino que era un grupo de mandamientos que únicamente debían de ser entendidos pero no necesariamente llevados a la práctica.  Este pensamiento está detrás de frases como: “¿Acaso no sabías que la circuncisión en la carne era una imagen de la circuncisión del corazón?”, “En la ley podíamos aprender del Mesías, Dios no quería que esta fuera una ley eterna para su pueblo”, etc.

El Eterno no estaba bromeando cuando dijo a los hijos de Israel que tenían que poner por obra sus mandamientos. Hashem ha instituido leyes para toda la humanidad y también mandamientos de santidad adicional al pueblo judío por ser la nación sacerdotal, receptora de la Palabra de Elohim. La circuncisión, las fiestas, el shabat, las mezuzot, las ofrendas del templo eran y son más que “lecciones teológicas”, son mandatos imperativos del Eterno a todo Hijo de Israel. El significado espiritual de estas cosas en ninguna manera las anula, todo lo contrario, las fundamenta y las llena de sentido.

El hecho de que la circuncisión de la carne es un presagio o una señal de un corazón sensible y sumiso a la voluntad del Eterno, no significa que por ello pierda su aplicación y obligatoriedad a todo descendiente físico de Abraham. Este pensamiento asume que ni los patriarcas, ni Moisés, ni Jeremías, ni Isaías, ni Daniel, ni Elías sabían el significado espiritual del mandamiento. Por supuesto que lo entendían, simplemente que el entendimiento del significadono anula el cumplimiento del mandato.

Todo aquel que únicamente estudia las leyes del Eterno o su Palabra, por el conocimiento en sí mismo está cometiendo un grave error. Si su intención final no es guardar los mandamientos que aplican a su vida (como hemos mencionado, no todos los mandamientos de la Torá son obligatorios a todas las personas) sino únicamente aprender por aprender, tendrá un mayor juicio ya que conocía mejor la voluntad del Eterno.

No hay tal cosa como “gnosticismo judío”, debemos, en palabra de D T Lancaster: “estudiar para aprender, y aprender para hacer” (Weekly E-drash, Parashat Bechukotai, “Study to learn, learn to do”, Daniel Lancaster, First Fruits of Zion, 800.775.4807, www.ffoz.org.)

Que El Eterno nos haga estudiar su Palabra, aprenderla, atesorarla y llevarla a la práctica en la vida diaria en cada una de las esferas de nuestra existencia.

¿Caminar con frialdad?

En las maldiciones de esta parashá, encontramos una frase que ha sido objeto de debate por la complejidad existente al traducirla. Muchas fuentes judías han aportado para la correcta traducción del término y de la frase, y al considerar una traducción posible, encontramos un gran significado para nuestras vidas.

La frase a las que nos referimos es la del verso 26:21 donde leemos:

“Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados.”.

La frase en hebreo es: “Ve’im telju imi qeri” y es el término “qeri”, el que no es tan claro en su significado, pues puede tener varias derivaciones etimológicas. Por ejemplo, Rashbam y Sifrá la traducen como “caminar conmigo inconsistentemente”, asumiendo que la palabra “qeri”, viene de “miqré”, que significa “suceso accidental” en el sentido de algo no continuo.

Una posible traducción muy interesante de este término, es la ofrecida por Rabí D.Z Hoffman quien considera que la palabra se deriva de “qor”, que significa frío. Esta misma palabra se encuentra en Génesis 8: 22 donde se nos dice:

“Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío (qor) y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.”

Si la palabra “qeri” en efecto se deriva de “qor”, el texto leería de la siguiente manera:

“Si anduviereis conmigo fríamente, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados.” (Levítico 26:21)

Esto debe de darnos una gran lección a nuestras vidas: No importa cuánto conocimiento de la Palabra del Eterno tengamos, no importa cuanta sabiduría, no importa incluso cuán diligentes seamos en nuestro andar, un ingrediente que nunca debe de faltar es el fervor en nuestro servicio.

A menudo tendemos a olvidar el fin por los medios, muchas veces perdemos el bosque por los árboles en nuestro caminar, tenemos que sentarnos y reflexionar ¿Cuál es el objetivo de todo esto? ¿Para qué lo hago? Todo nuestro conocimiento, si no tiene amor al Eterno, es totalmente vano, como se nos dice: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica.” (1 Corintios 8:1)

El conocimiento de la Torá motivado únicamente por saber-más-que-los-demás es totalmente vano y muerto, no es un motivo puro. Canticos de alabanza, ritos, oraciones, bendiciones y danzas, pero sin fervor, son bonitos medios de alabanza y adoración al Eterno sin dar su resultado esperado.

¿Cuántas veces hemos orado con monotonía? ¿Cuántas veces hemos cantado salmos mecánicamente? ¿Cuántas veces estudiamos la Palabra con el fin de engrandecernos y gloriarnos? Como un gran hombre dijera: “la fría ortodoxia jamás reemplazará a una cálida relación con Dios”.

Esta parashá debe darnos un gran mensaje: Lo que sea que hagamos, debe de ser hecho con pasión, con fervor, con entusiasmo, con emotividad, con amor, con dulzura, cosas que van más allá de lo legal pero que son indispensables. En toda relación de amor y respeto, lo legal es únicamente el punto de partida y el sendero, se necesita mucho más que eso para el estado intenso.

Es por ello que la Torá declara más adelante: “Por cuanto no serviste al Eterno tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare el Eterno contra ti.” (Levítico 28:47-48)

Una verdadera relación con el Eterno es el ferviente anhelo y el ideal, tanto en el judaísmo como en el cristianismo. El fervor no es sólo de pentecostales o jasídicos. El Eterno no espera devoción sólo de carismáticos o de los breslovim, él nos está esperando a todos en el dulce lugar de su cálida presencia.

¡Que Él sea quien nos ayude a servirle con fervor, entusiasmo y mucho amor!

 שבת  שלום

¡Shabat shalom!

Dejar un comentario