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54Parashot_B-50

PARASHÁ KITAVÓ

Por Isaac Bonilla Castellanos
Devarim (Deuteronomio) 26:1-29:9
Haftará: Yeshayahu (Isaías) 60:1-22

Alegrándonos delante del Eterno.

Seguramente la alegría es algo que todos añoramos, algo que deseamos tener en contraposición a la tristeza, y algo que deseamos mantener el mayor tiempo posible. Pero simplemente ¿Cómo podemos mantenernos la mayor parte de nuestro tiempo alegres? ¿Existe algo que puede hacer que nuestro ser interior este a menudo con gozo? La parashá de este shabat podría llamarse de muchas formas: la parashá de las bendiciones y maldiciones, la parashá de los dos montes, etc. Sin duda alguna también podríamos llamarla: “La parashá de la alegría”.

La parashá Ki Tavó es pequeña en comparación a otras porciones de la Torá de Devarim y tiene básicamente tres divisiones: primicias y diezmos, maldiciones y bendiciones nacionales por cumplimiento del pacto con el Eterno, y el pacto de Moab con la nueva generación previo a la entrada a la tierra. La lista de maldiciones de esta parashá y todo su cumplimiento en los exilios del pueblo judío, es el tema más popular a la hora de comentar esta parashá. En esta ocasión hablaremos sobre la alegría y el gozo de corazón a la hora de alabar al Eterno.

La parashá comienza prescribiendo el mandamiento de las primicias. Leemos en la Torá:

“Cuando hayas entrado en la tierra que el Eterno tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que el Eterno tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que el Eterno tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre.” (Devarim [Deuteronomio] 26:1-2)

Al entrar a la tierra y cuando tuvieran su cosecha, los hijos de Israel tendrían que traer las primicias delante del Eterno. Normalmente esto acontecía en el tiempo de Shavuot cuando todos los agricultores de Israel traían sus primicias de los frutos la tierra. La manera de identificar las primicias es descrita en la Mishná, la practica era poner un listón en el tronco del primer producto de la tierra que madurara y floreciera (Mishná Bikurim 3:1), de esta manera el agricultor sabía a ciencia cierta cuál era la primicia de sus frutos.

Seguidamente la Torá relata que cada uno debía de presentarse delante del cohen (sacerdote) que hubiera en sus días y decir: “Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos al Eterno el Dios de nuestros padres; y el Eterno oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y el Eterno nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Eterno. Y lo dejarás delante del Eterno tu Dios, y adorarás delante del Eterno tu Dios.” (Ibíd. 26:5-10)

Esta bella declaración debía ser dicha delante del Eterno en el lugar que él había escogido. Después de la declaración litúrgica, las primicias eran dejadas y entonces se procedía a adorar “delante del Eterno tu Dios”. La declaración contiene un resumen de los humildes inicios de Israel, los peligros que enfrentó, la liberación del Eterno y el cumplimiento de sus promesas.

Inmediatamente después la Torá añade: “Y te alegrarás en todo el bien que el Eterno tu Dios te haya dado a ti y a tu casa.” (26:11) Este verso provee el antídoto para estar gozosos continuamente: Alegrarnos en el bien que el Eterno nos ha dado.

Ciertamente no estamos descubriendo la rueda con esta declaración, alegrarnos en el bien de Dios, parece como un viejo cliché teológico quizás no más importante que otros. Superficialmente, no estamos mencionando algo importante y digno de reflexión; sin embargo, lo contario es cierto: La alegría en el bien de Dios es algo sumamente importante.

A menudo los seres humanos somos como pequeños hámsteres, nuestro “dueño” es un cruel y déspota manipulador que nos encierra en una pequeña jaula llamada “sociedad” y nos pone en una rueda que se llama “rutina” y nos pone un incentivo delante de nosotros para que corramos siempre en pos de él. Ese dueño generalmente tiene el nombre de “consumismo” o “postmodernismo” y su incentivo es “más cosas” o “más vanagloria”. Y ahí estamos, corriendo en nuestra bonita rueda de ejercicio.

El afán de la vida nos hace fácilmente olvidarnos de lo que sí somos, ya tenemos, ya hemos alcanzado, el Dios que tenemos por Padre y nos mantiene enfocados en lo que ¡no somos, no tenemos, no hemos alcanzado, y en lo que Dios, al que llamamos padre, “no nos ha dado”!

Esto nos convierte en esclavos emocionales y mentales de “lo-que-aún-no” y nos distrae o nos hace olvidar el “¡ya-está!”, si esto sigue así sin interrupción alguna seremos personas generalmente insatisfechas, la “satisfacción” sólo durará el momento en donde adquieras algo, ¡para luego pasar a enfocarte en lo que aún no tienes!

¿Qué pasa si un buen día te levantas millonario con esa misma mentalidad y ahora lo que te falta “materialmente” hablando es casi nada? Wow, el vacío será incluso peor: Antes por lo menos tenías una nuez delante de tu rueda materialista de hámster, ahora ya no hay más por alcanzar, ya está. Si no aprendes a alegrarte en “el bien que el Eterno tu Dios te haya dado” podrías entrar en una gran depresión.

¿Te has preguntado por qué tantos famosos millonarios simplemente están siempre haciendo ridiculeces, arruinando su vida con drogas, tomando antidepresivos y hasta suicidándose? Creo que una canción puede decirnos la respuesta. En el año 2000 Britney Spears sacó una canción llamada “Lucky” (afortunada); en ella se describe a una superestrella que es muy afortunada por todo lo que ha alcanzado pero que es infeliz, muchos críticos consideraron que Spears estaba cantando su experiencia personal; al juzgar por su vida en los siguientes años, parecieran tener razón.

En el coro de la canción se dice: “She’s so lucky, she’s a star But she cries, cries, cries in her lonely heart, thinking If there’s nothing missing in my life Then why do these tears come at night”, traducido esto es: “Ella es tan afortunada, ella es una estrella, pero llora, llora, llora en su corazón solitario, pensando: Si no hay nada que falte en mi vida, entonces ¿por qué vienen estas lágrimas en la noche?”

La una vez popular canción expresa la increíble soledad y el sentido de vacío que se genera cuando reducimos al “ser humano” en una “obra humana” o en un conjunto de “bienes para humanos”. Fuimos diseñados para algo más, algo más sublime, más infinito, más eterno, es por ello que por más que queramos, no podemos llenar el vacío eterno, invisible y espiritual de nuestra alma con cosas temporales, visibles y materiales.

El famoso matemático Blaise Pascal lo dijo así: “Existe un vacío en el corazón de todos los hombres que no puede ser llenado por ninguna otra cosa creada sino por Dios mismo, el Creador”. Salomón lo dijo filosóficamente: “Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres… y ha puesto eternidad en el corazón de ellos.” (Eclesiastés 3:10-11) Sólo Dios puede llenar el vacío del corazón que suspira por lo eterno y lo imperecedero.

Antes de proseguir debemos hacer una aclaración: en ningún momento estamos endosando el conformismo o diciendo que está mal tener sueños, metas, visiones, luchar por prosperar o mejorarte a ti y a los tuyos. La visión de la Biblia no es alabanza del conformismo, sino la búsqueda de mejorar nuestra vida de la mano de Dios, adorándolo, bendiciéndolo y alegrándonos en él y embarcándonos en su plan de redención del mundo. Es muy distinto ser agradecido por lo que se tiene y esforzarse por lo que falta, a menospreciar lo que tenemos y ser infelices por lo que falta.

Cuando consideramos esto y luego miramos a las sencillas palabras de la Torá: “Y te alegrarás en todo el bien que el Eterno tu Dios te haya dado a ti y a tu casa” podemos aprender una gran lección. ¿Te imaginas lo que pasaría si te dieras un tiempo diario para agradecerle a Dios todo lo que te ha dado? ¿Has imaginado una lista de lo que tienes que agradecerle y estar feliz por ello? ¿Has meditado en todo lo bendecido que ya eres? ¿Has reparado en cómo ha bendecido a los tuyos? Si podemos hacer que el agradecimiento y la alegría por las bendiciones de Dios, estén de continuo en nuestra vista, habremos encontrado la manera más dulce de vida y llenado nuestro vacío interior.

El Salmo 148 poéticamente llama a toda la creación a alabar al Eterno, incluso “el sol”, “la luna”, “las estrellas” deberían alabarlo. ¿Por qué? El salmista dice: “Por qué él mandó y fueron creados.” (Salmo 148:5) Tan solo el hecho de haber sido creados es suficiente motivo para alabar al Eterno ¡Cuánto más nosotros que hemos disfrutado del bien del Eterno como seres humanos!

En esta parashá vemos como alegrarnos delante del Eterno incluso es un mandamiento. El gran Najman de Breslov no erró al decir: “Un gran mandamiento es estar gozosos siempre”. Cuando los peregrinos llegaban a Jerusalén para la fiesta de Shavuot (Pentecostés) tenían la oportunidad de adorar delante del Eterno por todo el bien que había hecho a Israel y a ellos personalmente. Hay buenas razones por las que nosotros deberíamos hacer lo mismo constantemente.

Curiosamente, la parashá retoma el gozo y alegría de corazón un poco después cuando narra las maldiciones que vendrían sobre el pueblo judío por desobedecer y transgredir el pacto con el Eterno. Ahí se nos dice que las maldiciones vendrían: “Por cuanto no serviste al Eterno tu Dios con alegría y con gozo de corazón.” (Devarim [Deuteronomio] 28:47) ¿Puede haber alguna duda sobre la importancia del gozo de corazón por las bendiciones del Eterno?

Esta parashá nos habla poderosamente a todos nosotros: A aquellos que aún no han entregado su vida al Eterno, no se han arrepentido de sus pecados y han recibido la regeneración, el perdón de pecados, ni la redención de su alma por medio de Yeshúa nuestro Mesías. No hay nada más importante en esta vida que estar en paz con el Eterno, arrepentirnos de nuestros pecados y ser redimidos por la sangre que quita toda condenación.

El Eterno ha prometido que todos aquellos que se arrepienten de sus pecados, reconocen a su Mesías Yeshúa como el sacrificio por sus pecados, invocándole en oración sincera, reciben vida eterna y perdón de pecados (Juan 3:16; 6:40; Romanos 3:23-24; 10:9; Hechos 16:29-31). Si aún no lo has hecho, te invitamos a que lo hagas y permitas al Eterno justificarte y darte de su amor y crear una relación con él.

La parashá también tiene una gran lección para aquellos que experimentamos el nuevo nacimiento y hemos recibido la regeneración de nuestras vidas (Juan 3:3; Tito 3:5), la parashá hace que reflexionemos en las siguientes preguntas ¿Cuánto agradecemos a Dios por todo lo que hace por nosotros? ¿Hemos caído de nuestro primer amor? ¿Es él, el objeto de nuestra “suprema alabanza”? ¿Hemos dejado algunas veces que el afán de la vida nos distraiga y socave nuestra relación con el Eterno? Si esto es así, es un buen momento para volver a donde estábamos, a darnos cuenta que Papa sigue estando ahí, con su dulce sonrisa esperando nuestra madurez y que podemos ser mejores hijos.    

       שבת  שלום

¡Shabat shalom!

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