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54Parashot_B-53

PARASHÁ HAAZINU

Por Isaac Bonilla Castellanos
Devarim (Deuteronomio) 32:1-52
Haftará: 2 Samuel 22:1-51

 “Alegraos gentiles con su pueblo”

Hemos arribado a la penúltima parashá del ciclo anual de la Torá. La parashá de esta semana consiste únicamente de un capítulo, pero ¡Vaya qué capitulo! En un capítulo leemos un cantico profético con contenido escatológico que describe la historia de Israel, desde la entrada a la tierra prometida hasta el reino mesiánico; sin duda alguna una parashá muy interesante y con mucho que estudiar.

La porción de la Torá de esta semana es Ha’azinu. En ella encontramos el cántico que lleva el mismo nombre y que se conoce como “El cántico de Moshé”.  El cántico contiene una alabanza al Eterno (1-5), una descripción del cuidado del Eterno por Israel (6-14), la apostasía del pueblo (15-18), el castigo del Eterno en los exilios sufridos por el pueblo judío (19-26), una advertencia a las naciones para entender que el castigo del Israel vino por su Dios, y no por la fuerza de sus enemigos (27-35), el final del castigo de Israel y su redención final (36-43). Como dijimos ¡Toda la historia de Israel en 43 versos!

En este artículo trataremos sobre el último de los versos del cantico. Este verso es muy importante puesto que se habla de la relación que hay entre judíos y gentiles y como esto debe ser expresado entre los creyentes en Yeshúa. En los últimos años, con el descubrimiento del contexto judío de la fe en Yeshúa, ha habido mucha confusión con la relación entre judíos y gentiles creyentes. En otros lugares hemos hablado sobre esto y se pueden consultar nuestros estudios en la sección de “Bené Noaj”.

En la Torá leemos: “Harninu goyim ‘amó” (Devarim 32:43), que puede traducirse como “cantad gentiles con su pueblo” o “cantad naciones a su pueblo”. Pablo cita este pasaje traduciéndolo como: “Alegraos gentiles con su pueblo” (Romanos 15:11). A pesar de que este pasaje puede parecer redundante en los Escritos Apostólicos, posee una importancia invaluable a la hora de comprender el plan del Eterno para Israel y el mundo, y como debe ser la relación entre judíos y gentiles, su llamado delante del Eterno y su responsabilidad ante sus mandamientos.

En este estudio responderemos dos preguntas ¿A quiénes se refiere Pablo cuando dice “gentiles”? ¿A judíos asimilados o a personas que no descienden de Abraham, esto es, no judíos? La otra pregunta es ¿Son los gentiles creyentes en Yeshúa “El pueblo del Eterno”?

En nuestros días hemos visto nacer un movimiento muy curioso entre discípulos de Yeshúa no judíos. Los nombres de estos círculos pueden ser “efraimitas”, “teología de las dos casas”, “raíces hebreas”, etc. En su gran mayoría, hay algo que se enseña con respecto a los gentiles creyentes en Yeshúa: “Todos o la inmensa mayoría de gentiles creyentes en Yeshúa y que sienten amor por la Torá o Israel, son en realidad descendientes de las diez tribus perdidas o incluso judíos asimilados”.

Las maneras de convencer a alguien de su “judeidad” o de su “linaje Israelita” son diversas. Una de ellas es decir: “¿Al escuchar el himno de Israel o ver un shofar, no sientes algo muy poderoso dentro de ti? ¿Sientes un apego muy especial al lenguaje hebreo y te sientes como si ya lo conocías? ¡Entonces eres Israel! ¡Debes volver a casa y recuperar tu herencia perdida!”. Otra forma es simplemente enseñar que todos los interesados en la Torá deben ser descendientes de Abraham, puesto que ¿A quién más le importaría la Torá?

Acompañado con este razonamiento, se enfatiza el hecho de que muchos “desconocen”, aquello que se ha mantenido oculto, en el peor de los casos, “malintencionadamente”: esto es, que diez tribus de Israel fueron expatriadas por los asirios en el año 722 AEC. La mayoría de descendientes de estas tribus (o incluso todos) somos los que en este momento estamos volviendo a “casa”, estamos recuperando lo que nos pertenece, esto es la Torá y el derecho a ser llamados “Israel” o “Efraím”.

Para sellar el argumento se enseña, que los gentiles a quienes Pablo predicó, no son en absoluto “gentiles”, sino “gentilizados”, esto es, israelitas que se habían vuelto gentiles en práctica y olvidado su linaje adrede o sin intención. Muchas veces se suele citar un par de textos de los Escritos Apostólicos para “probar” esta realidad.

¿En realidad cuando Pablo o Pedro dijeron “gentiles” lo que querían decir era “israelitas gentilizados”? Tanto Pablo como Pedro, dejaron claro que cuando decían gentiles ellos quisieron decir gentiles, esto es “no israelitas”. Cuando Pedro fue donde Cornelio, un centurión romano, jamás se refirió a él como “israelita perdido” o “efraimita”, sino como “extranjero”. Cuando contó la conversión de Cornelio y su casa a sus compatriotas, estos dijeron: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!”  (Hechos 11:18). El pasaje es claro y afirma que Cornelio era un gentil, no un israelita gentilizado.

Pablo deja claro que está hablando de gentiles, esto es personas que no descienden de Abraham, no Israelitas, no judíos, o como queramos llamarle en Romanos 15, tal como está escrito:

“Pues os digo, que Yeshúa el Mesías vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos. Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él.” (Romanos 15: 8-12)

Inequívocamente Pablo habla de gentiles en el sentido estricto de la palabra en este lugar, demostrando que Yeshúa vino para cumplir las promesas hechas al pueblo judío, y para que las naciones se gocen en Dios por su misericordia. El pasaje no puede referirse a “efraimitas” o “israelitas gentilizados” puesto que contiene citas del Tanaj que claramente se refieren a gentiles.

Por ejemplo, Pablo cita el verso de Deuteronomio 32:43 que mencionamos al principio. Cuando Moshé dijo: “Alegraos gentiles con su pueblo”, claramente no estaba hablando de diez tribus israelitas perdidas, ya que con él estaban presente las doce tribus de Israel. Los gentiles o “goim” a los que Moisés (y por consecuencia Pablo) se refiere son personas que no son descendientes de Abraham.

Además, Pablo menciona el salmo 117, un claro cántico invitando a las naciones a alabar al Eterno, diciendo: “Alabad al Eterno todos los gentiles, magnificadle todos los pueblos” (Salmo 117:1). Las palabras de David citadas por Pablo cuando dice: “Por tanto yo te confesaré entre las naciones” (Salmo 18:49) hablan claramente de gentiles, puesto que, en los días de David, aún no había acontecido la expatriación de las diez tribus del reino del norte de Israel.

Este pasaje es suficiente para entender que cuando los apóstoles decían “gentiles” querían decir “gentiles”. El Eterno comunicó a través de los Escritos Apostólicos cuál era su llamado para los creyentes gentiles, los mandamientos de la Torá que aplicaban a ellos, y como debía ser su relación con el pueblo judío.

¿Qué podemos decir de las aseveraciones de identidad “efraimita” comunes en nuestro tiempo? Es totalmente falso decir que una atracción al Eterno o a la Torá implique necesariamente ascendencia israelita. El centurión de Lucas 7:1-10 amaba al pueblo judío, incluso había construido una sinagoga (¡Aún sigo por conocer a un “efraimita” o alguien de la “teología de las dos casas” que edifique una para el pueblo judío!) y no hay nada que indique que era un descendiente de Israel. La base para que obtuviera su milagro no fue “tal vez tiene sangre Israelita”, sino su temor del Eterno, expresado en la construcción de un lugar de culto para él, y sobre todo su increíble fe.

Salomón claramente indica que cuando los extranjeros oyeran de su gran nombre, vendrían a adorar al templo, tal como está escrito:

“Asimismo el extranjero, que no es de tu pueblo Israel, que viniere de lejanas tierras a causa de tu nombre (pues oirán de tu gran nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo extendido), y viniere a orar a esta casa, tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y harás conforme a todo aquello por lo cual el extranjero hubiere clamado a ti, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y entiendan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo edifiqué.” (1 Reyes 8:41-43)

En los días de Salomón, las doce tribus de Israel estaban unidas y gozaban de paz y seguridad. Él menciona explícitamente que un extranjero “que no es de tu pueblo Israel” podría sentirse atraído al Eterno y al templo cuando oyera de su gran poder. Ciertamente dicha atracción no implica ascendencia Israelita en lo absoluto.

En la era mesiánica, se nos dice que muchos pueblos tendrán esta misma atracción hacia el templo, la Torá y El Eterno. Isaías lo dice claramente en el capítulo 2 de su libro donde leemos:

“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.” (Isaías 2:2)

Puedes llorar oyendo un shofar, puedes llorar cantando el himno de Israel (Hatikvá), puedes tener un gran amor al pueblo judío, una gran atracción a estudiar la Torá, pero ninguna de esas cosas te hace un Israelita o un judío. Basar tu identidad en un sentimiento ambiguo, especulativo y nada concluyente es muy peligroso y nada sabio.

En segundo lugar, aunque es verdad que Sargón hizo una deportación de Israelitas norteños en el 722 AEC, lo que pocos saben es que el impacto de esta expatriación no fue ni total, ni tampoco irreversible. La arqueología nos ofrece las palabras de Sargón al respecto de lo acontecido con las diez tribus:

“Los habitantes de Samaria, que se pusieron de acuerdo con un Rey [hostil a] mí, para no soportar servidumbre ni traer tributo a Asiria e hicieron batalla. Pelee contra ellos con el poder de los grandes dioses, mis señores. Conté como despojo 27,280 gentes, juntos con sus carros, y dioses, en los que confiaban” (“Twelve Gates, Where do the Nations enter?”, pág. 25, Boaz Michael, First Fruits of Zion, 800.775.4807, www.ffoz.org.)

Los eruditos estiman que la población del reino del norte era de más o menos 400,000 habitantes. Siendo esto así, muchas personas quedaron en la tierra como lo relata más adelante el libro de Reyes. Incluso varios de ellos, acudieron al llamado de Ezequías para celebrar Pesaj (2 Crónicas 30:5-18). Esto demuestra una buena cantidad de israelitas norteños que aún vivían en Samaria y procuraron ser fieles a la Torá; muchos de ellos se asimilaron no entre los gentiles, sino entre Judá y Benjamín. Muchos de ellos volvieron con Zorobabel de Babilonia (que había heredado el imperio Asirio ya caído) cuando Ciro hizo volver a los judíos de ahí.

A pesar de esto, los profetas siguieron viendo a los israelitas norteños que habían partido hacia el exilio, como “perdidos”, “expatriados” y se profetiza su retorno final en los días del Mesías. ¿No debería ser una justificación del movimiento efraimita? No en lo absoluto, será el Mesías en persona, el que haga esa reunificación, no un sentimentalismo vago. Boaz Michael no lo pudo expresar mejor cuando dice: “El evento escatológico, sin embargo, es cumplido por el Mesías, no por un presentimiento que uno es un israelita, por especulación infructuosa de un ancestro” (ibíd. 29).

Si alguien es descendiente de las diez tribus perdidas, eso será revelado únicamente por el Mesías mismo en su manifestación (otros dirán por avances científicos, esto es probable y provee de una base objetiva y con evidencia para tal identificación, muy diferente a lo propuesto por el efraimismo), no mediante un sentimiento ambiguo. Mientras eso llega, si alguien no es nacido de padres judíos, o no ha hecho conversión legal al judaísmo, es parte de las naciones.

La segunda pregunta por contestar es: ¿Son los gentiles creyentes en Yeshúa el pueblo de Dios? En el sentido físico, nacional, terrenal, el pueblo judío es el único pueblo del Eterno. El Eterno escogió al pueblo judío para ser una nación especial, para ser el canal de bendición al mundo, revelar su palabra y traer al Mesías al mundo.

Ahora, desde un punto de vista celestial, cada gentil que se ha vuelto de su idolatría y ha encontrado arrepentimiento y perdón de pecados en Yeshúa, está espiritualmente injertado a Israel, él es parte del pueblo celestial o espiritual del Eterno de entre las naciones y disfruta de las bendiciones espirituales prometidas a Israel, por el nombre del Mesías.

(Para mayor comprensión de la relación entre judíos creyentes y gentiles creyentes, recomendamos leer nuestro comentario a la parashá Pinjas www.mikdashmeat.com/archivos/parashá/pinjas.htm ).

En el reino mesiánico, cuando el Mesías haga su aparición para hacer justicia por su pueblo, vindicar a Israel, defender a su tierra de los enemigos que la tendrán rodeada, todas las naciones que no hayan subido contra Jerusalén verán al Ungido del Eterno. Estas naciones subirán a celebrar la fiesta de los tabernáculos (Zacarías 14:16) y vendrán al monte del Eterno con alegría y cántico, aprenderán los mandamientos de la Torá que aplican a ellos y habrá gozo, paz y justicia en toda la tierra. Cuando Moshé vio proféticamente eso exclamó: “Cantad naciones con su pueblo”.

Los creyentes en Yeshúa, tanto judíos como gentiles, tenemos una gran responsabilidad para adelantar esos días y traer más personas al reino del Eterno y a tener una verdadera relación con él.

Que esto sea pronto y en nuestros días

       שבת  שלום

¡Shabat shalom!

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